—¿Qué
carajo está pasando acá?
Los
cuatro mirábamos desconsolados, contemplábamos como la columna de humo que se
ocultaba tras una hilera de edificios nos había llevado por un camino ruin.
Mientras
marchábamos una cosa había sido clara. La Ciudad estaba desolada. Su antigua
gloria no había significado nada contra un flujo mayor. No importaba cuánto nos
hubiéramos esforzado en construir nuestras vidas; una ola más grande lo había
barrido con todo.
No
podía decir si había sido una fuerza de la naturaleza o un acto malintencionado.
No importaba. Acabamos de pasar un par de cadáveres; ahora había que aceptarlos
como una normalidad. Todo, todo… caído abajo en un momento. Y ahora tampoco
podíamos confiar en que el norte fuera el norte.
Solo
podíamos pretender aguantar y seguir adelante, seguir la corriente de nuestra
situación. Una situación más grande que cada uno de nosotros. Porque lo
contrario era la locura. Afirmé mi agarre en torno al cuchillo; Croft y Clay se
aferraron a sus Glock. Podíamos lidiar con ello. Debíamos hacerlo, no quedaba
ningún otro camino ya. Ninguno de nosotros bajó la mirada, en ningún momento.
—El
humo sigue ahí adelante —dijo Clay—. Eso significa que los
helicópteros siguieron esa dirección de todas maneras. Ese… es el nuevo
norte. —Extendió su brazo, y señalo hacia adelante— Direcciones de
lado, es ahí adonde tenemos que ir.
Se
hizo un silencio.
—Puede
que sea así —dijo Croft, entonces.
—Vamos,
movámonos de una vez —dijo Clara.
Ella
encabezo la marcha, con paso firme. El resto empezamos a seguirla lentamente.
Lentamente, pero con seguridad.
◘◘◘◘◘
La
situación se había dado vuelta en un instante. Pasaron helicópteros,
aparecieron demonios. Nuestras expectativas se habían derrumbado y habíamos tenido
que adaptarnos de nuevo. Hubo que abandonar el edificio, y seguir a la
salvación que nos había dejado atrás. Nadie lo había cuestionado.
Sin
embargo, mientras caminaba atrás de Clara yo no podía dejar de pensar.
¿Realmente
íbamos a salvarnos? No sabía si huir en un helicóptero iba a cambiar algo… quizá
llegáramos a donde llegáramos todo iba a ser…
No
podía dejar de pensar en las palabras del hombre de blanco.
Pero
mi mente lo evadía, y esta contradicción me torturaba. Temía enloquecer si me
enfrentaba a ese recuerdo. Además, no podía entenderlo. Solo sabía que ya no
podía sentirme seguro; el abismo me había devuelto la mirada.
Y el
humo negro al que nos acercábamos no ayudaba. ¿Íbamos a terminar así si nos
subíamos a uno de los helicópteros? ¿Cómo humareda? Creía poder adivinar lo que
había pasado… Habían recogido a algunos ciudadanos, había sucedido una
transformación en medio del aire. Miré a ambos lados, a quienes marchaban
conmigo, y sopesé la idea de que cualquiera podía trastornarse en cualquier
momento.
¿O no
era así? Quizá había otros factores. Quizá solo hubo una etapa de
transformaciones y no todos fueron susceptibles a ella. Hundí los hombros y en
silencio esperé tener razón.
—Ahí —anunció
Croft.
Solo
había que girar en la esquina y estaría frente a nosotros. Ante la proximidad
de la zona del accidente, el cielo estaba tapado por el humo completamente. Un
cielo pálido en el que había comenzado una llovizna.
Los
cuatro avanzamos hacia adelante. Doblamos la esquina, y nos encontramos por fin
con la escena del transporte estrellado. La lluvia hacía que la iluminación se
viera, pero el silencio fue lo que me dio un escalofrió. Entre todo ese humo y
los pequeños rastros de fuego… entre una escena tan violenta… el silencio era
descolocado. Como algo a punto de pasar.
—¿No
hay nadie…? —susurró Croft.
—No sé
—dijo Clara—. Creo que… —pero la interrumpí.
—Sí
hay.
—Sí —acordó
Clay— Adelante distingo una figura.
Clay
señaló hacia delante de nuevo, señaló a una forma negra entre las ruinas. Nos
acercamos cautelosamente.
Era un
convertido. Se elevaba sobre el suelo, atravesado por un pedazo de escombro que
le cruzaba el torso. Su brazo izquierdo se levantaba hacia arriba y se extendía
por varios metros, estirado de forma antinatural. Diversas membranas de hueso
surgían cada un cierto trecho, haciendo de soporte para el brazo. Llevaba un
uniforme de soldado completo.
—¿Q-Qué
hace con ese uniforme? —preguntó Clara.
—No tiene
sentido —dijo Clay—. No iba a ser una operación marcial.
Croft
soltó un gruñido.
Entonces,
el soldado se movió. Todos dimos un salto hacia atrás, mientras giraba su
cabeza hacia nosotros. Sin embargo, parecía paralizado. Su cuerpo era un
obstáculo para él mismo.
Nos
miró… y le devolvimos la mirada, mientras la lluvia nos bañaba y nos helaba. Había
un foco de luz en los escombros detrás de él, por lo que la criatura era
cubierta por sombras. El aire era increíblemente denso.
—Ese
cuerpo es un disfraz —balbuceé, entendiendo—. Cambió su forma.
—¿De
qué estás hablando? —dijo Clara, girándose hacia mí—. Las criaturas no
pueden hacer eso.
No
respondí nada.
De
pronto, la criatura soltó un murmullo. Parecía estar haciendo algún tipo de
esfuerzo.
Todos
nos paralizamos.
—Hola —logró mascullar, con una voz
fragmentada. La llama tras él era temblorosa, y hacia que su silueta pareciese
incierta. Su rostro de soldado sonreía sin humanidad.
Había
adaptado esa forma para agradarnos. Hasta ahí habían llegado sus capacidades.
La
bestia había hablado.
En ese momento, solo quería salir de ahí.
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