lunes, 11 de noviembre de 2013

Dos Noches de Verano — 4 — Henry: Anunciar Presencia

>Henry: Anunciar presencia.

El sol del mediodía va a quemarnos la piel y apenas correrá el viento. No va a ser más que un día normal de verano. Caminaremos por la ciudad hacia la zona norte, donde un equipo de rescate va a prometer ir por nosotros. Solo va a haber que aguantar por un día. 
Va a haber pasado una hora desde que escuché el primer mensaje por radio y salí de la casa con algunas cosas. Agua y comida. Para defenderme no voy a tener más que un abrelatas. Por suerte, Luis tendrá una pistola. 
Él también va a haber oído el mensaje, e ira en la misma dirección que yo, pero manteniendo cierta distancia. No voy a culparlo; las crisis sacan lo peor de todos, y el verdadero altruismo no va a ser más presente que en algunos toques entremedio. De todas formas, ese viaje voy a hacerlo para salir de la ciudad, no para hacer amigos. 
La zona norte no estará demasiado lejos de nosotros, así que podremos llegar a pie. Eso va a ser una suerte, pues ninguno de los dos tendrá auto ni sabrá como robar uno.
Aun así, serán cinco horas de camino bajo el sol. 
En un momento, Luis se detendrá en mitad de la calle. Cuando me gire a verlo notare que tiene los ojos vidriosos, y está mirando al infinito. Luego caerá al suelo entre convulsiones. No será un ataque epiléptico. No. Estará cambiando. Me alejare de él tan rápido como pueda, antes de que pueda ir por mí. 
Pero eso no va a ser una buena idea. Él tenía la pistola. 
Me detendré a dos cuadras, en una tienda de ropa, para descansar. Adentro estará fresco y beberé un poco de mi agua para quitarme el calor. Tendré sueño ese día, y apreciare la idea de dormir en el suelo helado de cerámica. Pero no lo hare. Porque aun tendré que llegar a la zona norte antes de que anochezca, o estaré en problemas. 
Saldré de la tienda al cuarto de hora y caminaré a paso rápido. No sabré por donde voy, pero sabré que solo habrán casas y que tendré que estar por ahí. 
Avanzaré solo por las calles vacías, viendo en los edificios cómo la gente me observa desde las ventanas. Será en una esquina que me encontrare con uno de esos monstruos de cerca. Me verá con su único ojo; él correrá tras mi carne y yo correré por mi vida. Y aunque la gente va a ver, nadie actuará en mi defensa. Nadie vendrá por mí ni me ayudara. La gente de la Ciudad, ellos que se pensaban buenos samaritanos y que creyeron que nunca ignorarían los gritos de quien esté en peligro. Pero no los culpare, porque seremos iguales. 
El monstruo no se cansará, mas yo sí lo hare y será una cuestión de tiempo. Pero una mujer se cruzará en mi camino. Aparecerá en una esquina y aunque la evitaré, ella no podrá evitar al monstruo que me sigue de cerca. Este me dejara en paz y seré libre. 
La culpa caerá cuando la adrenalina me abandone. Cada mirada desde las ventanas va a juzgarme y condenarme, pero seguiré mi camino.
Cuando llegué a la intersección en la gran avenida, me encontrare con otra mujer que viaja en la misma dirección que yo. 
Entonces caminaremos en la misma dirección, pero no juntos, como con Luis. Durante la primera hora no hablaremos y no nos miraremos. En la vereda habrá un árbol viejo y pequeño, pero duro. Me acercaré a él y me colgaré para sacar una de sus ramas. Cuando la quiebre la mujer se girara a ver. Quitaré las hojas y las otras ramas que tenga y tendré un arma para defenderme. La mujer hará lo mismo y entonces le preguntare su nombre. Empezaremos a hablar, poco a poco. Cosas como el nombre y la edad darán paso a qué haremos si aparecen esas criaturas. 
Seguiremos andando y nos defenderemos el uno al otro. Y es que es difícil escapar y dejar al otro atrás cuando han hablado por más de unos momentos. Uno de esos monstruos aparecerá en nuestro camino y los dos estaremos en posición; entonces usaremos las ramas hasta matarlo. Hasta que la amenaza se vea reducida a una pila fracturada de jugo negro. Luego seguiremos nuestro camino. 
El sol se empezará a poner. Las sombras de los edificios cubrirán calles enteras, pero el concreto seguirá caliente hasta la noche. Caminando aun, contemplaremos la idea de buscar donde dormir y seguir mañana. Decidiremos seguir un poco más. 
Analizaremos a cada monstruo, desde lejos. Ellos nos verán, pero no nos perseguirán si no nos movemos ni hacemos ruido. Tienen mala vista, deduciremos. No estarán por encima de las personas normales. Solo empeorarán con su transformación. Iremos con más calma por las calles, contentos con la idea de que no nos enfrentamos a animales perceptivos. 
Seguiremos andando, ahora en silencio. Pero será un silencio cómodo, agradable. Ocasionalmente saldrán algunas preguntas, pero no requerirán más que un sí o que un no. Y luego de una hora dejaremos de ver los altos edificios sobre la ciudad. No faltara mucho para el anochecer, pero alcanzaremos la zona norte. Caminaremos durante varias cuadras más para asegurarnos de estar en el lugar que buscábamos. 
Pero oiremos disparos. Miraremos en dirección del lejano sonido, y nos preguntaremos sobre su origen. Pero poco va a importarnos, y va a ser que no nos involucramos. Seguiremos nuestro camino indefinido hasta que uno de esos hombres monstruo vaya a empezar a correr tras nosotros. 
No todos serán cortos de vista. 
Vamos a prepararnos para pelear, determinados, pero vamos a dudar cuando detrás se aparezca otro monstruo más. Ella me dirá que será mejor correr, pero titubearé. Serán tan rápidos como nosotros. Aun así, correremos, y no servirá. Solo agravará el problema. Se sumará otra criatura más. Empezamos a cansarnos y, cuando una cuarta se agregue, concluiremos que escapar no nos servirá de nada. 
Superados en número; no tendremos posibilidad de superarlos. Ella hará lo único que podremos hacer en ese momento. Gritar por ayuda. 
Nos detendremos y giraremos hacía los monstruos. Con las ramas en la mano, nos preparemos para perder la vida. 
Entonces dos personas saldrán de una de las casas, y uno de ellos usara su pistola para matar a tres de las criaturas. Acabaremos con la última y les daremos las gracias. La luna se estará alzando por sobre las casas y por precaución pediremos quedarnos con ellos, prometiendo dejarlos en la mañana si así lo desean. Ellos hablaran durante un momento antes de respondernos con un sí y dejarnos pasar. 
Pasaremos sobre una gran mancha de sangre en la alfombra, pero no preguntaremos sobre eso. Ellos serán los únicos en ayudarnos, después de todo.

Ellos nos dirán sus nombres, Croft y Nick. Y preguntaran por los nuestros. Ella dirá su nombre, y yo diré el mío... 

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