Dos Noches de Verano
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>Clay: La Ciudad
CLAY
escrito por Bake
CROFT
escrito por Croft
NICK e INTERMEDIO escrito por Zeh
Roh
HENRY y CLARA
escrito por Fabianpx
Idea original creada por Naxo
Revisado por Zeh Roh
>Clay: La Ciudad
Llevaba
tres días en la ciudad antes de que todo se desencadenara.
Tres
días.
Me
frustraba un poco cada vez que lo recordaba. De alguna manera, mi sueño estaba
roto.
Había
llegado el viernes por la mañana. Aunque mentalmente había llegado un mes o
varios meses antes. Deseando estar ahí.
En la
Gran Ciudad.
No era
tan grande. Era mayor que mi pueblo, pero siempre la había exagerado en mi
cabeza. Siempre había sido como la parte de la torta que no podía comer hasta
que tuviera edad suficiente. La Ciudad era hogar de las mejores universidades,
colegios, servicios y, según algunos, mujeres.
Siempre
se veía como algo lejos de mí. Que nunca llegaría. Pero ahí estaba. Aunque
fuera un tanto diferente a mi imaginación.
Lo
impresionante era que todo se concentraba en la Ciudad. Quiero decir, si no
estabas en la Ciudad faltaba algo en tu vida. Simplemente todo venía desde la
Ciudad y todo lo demás quería ir allí.
Ciudad
repleta de turistas, nacionales y extranjeros. Locos por la Ciudad. Amantes de
la Ciudad.
En la
Ciudad, todos eran felices.
Todos.
Allí
se encontraba el trabajo de tus sueños, tus mejores amigos, la mejor suerte que
jamás ibas a tener, la mujer de tus sueños, el perro más fiel.
Toda
necesidad estaba satisfecha en la Ciudad. Eso es lo que creía.
Por todo
eso, también me asustaba.
Edificios
que atravesaban el cielo; miles y miles de personas. Cámaras en todos lados. Al
llegar pensé que lo que tenía la Ciudad no era magia, sino un control absoluto
sobre su población. No había delincuencia, pero había droga. Y mucha. Era
paradójico. Nunca se había visto que se pudieran separar esas dos palabras. También
se separaba “droga” de “violencia”. O de “enfermedad”. O, más precisamente, de “adicción”.
Respecto
a eso me mantuve escéptico. Era difícil de tragar. Pero la Ciudad me tenía más de una sorpresa. En realidad, nunca te dejaba de sorprender.
Aparte
de su mezcla de control, magia y corrupción, también descubrí que estaba
maldita.
El
viernes por la mañana llegué al departamento que había comprado. Tenía
dieciocho años pero podía manejarme. El departamento era impecable. Parecía
extraído de mis sueños, prácticamente. Igual o mejor que en mis sueños.
Eso era así incluso con el tráfico. Y yo odiaba el tráfico.
Desde
que había llegado todo había sido perfecto, aunque me costara creer que drogas
pudieran funcionar entre una perfección. Hasta el día había sido perfecto. El
sol jamás había brillado de esa manera. Su reflejo pegaba en cada vidrio de los
edificios gigantes. Ya empezaba a sentir la magia.
Sentía
que podía llamarla la Ciudad de Clay. Encajaba conmigo a la perfección, y yo
encajaba con todo. Lamentaba cada segundo que no había pasado en esa ciudad.
Respirando su aire, viviendo su ritmo.
Esa
tarde acomodé mis cosas en el departamento y me quedé en el balcón, escuchando
la melodía de los autos. Era increíble cómo algo tan molesto como los autos se
convertían en una orquesta de violines en la Ciudad.
Nunca
deje de sonreír. En ningún momento.
Al
llegar la noche tuve que conocer el resto de la ciudad. La mejor parte, tal vez.
Jamás
me había sentido tan seguro caminando en la calle solo, de noche. Y tampoco había
visto tanta venta de droga sin ningún tipo de cuidado. Parecía como si la Ciudad
quería que consumieras, que consumieras cualquier cosa, pero que te mantuvieras
calmado y sin quejarte.
La
misma policía parecía ser cómplice de esta venta. Esa mierda era legal. No importaba qué mierda te querías mandar por las venas; era legal.
Me
asusté. No, no me asusté. Mi corazón latió más fuerte por unos momentos, pero
solo fue eso. No podía estar asustado; estaba sedado por la misma Ciudad.
Al
entrar en un bar, la magia seguía ahí, y no solo la que se inhala. Todo seguía
pareciendo perfecto, desde la música a la gente del lugar, los tragos, los
precios. Parecía una puta película. Me asusté, pero no me asusté.
Solo
faltaba que se sentara la chica más linda de la Ciudad al lado mío, y lo más
terrorífico es que paso.
La
chica más perfecta que jamás había visto se sentó al lado mío. Realmente estaba
pasando. Mi corazón latió fuerte por un buen tiempo. Me asusté, pero no me asusté;
y ahora no solo estaba drogado por la Ciudad, sino que también por los ojos
delineados de la chica.
Pedí
un trago para cada uno y hablamos. La música era ideal, y él bartender bajó el
volumen lo suficiente como para que pudiera escuchar lo que ella me decía. Se
ponía más terrorífico. Mi corazón seguía queriendo explotar, pero algo me
impedía pensar. No podía tomar distancia de mí mismo. Mi terror era aplacado
por el encantamiento de la Ciudad, sus ojos, y ahora también su escote.
Pedí
otro trago. Ella me besó, y me relajé.
Tal
vez la Ciudad era perfecta, y no había nada raro. Tal vez… la perfección no
existía, pero no quería pensar en eso.
Me
mantuve tranquilo por el resto de la noche, y por el sábado y el domingo. Había algo que me asustaba y me encantaba a la vez. Sentía que todo parecía ser demasiado perfecto, pero no podía evitar
disfrutar de eso.
Mi
cabeza se mantuvo en un estado que jamás había sentido. No pude dejar de
sonreír en ningún momento. Tampoco dejar de pensar en la belleza de la chica
del viernes. Esto duró incluso hasta el lunes.
El
lunes por la mañana que había soñado por mucho tiempo.
Ese
lunes en el que iba a pisar la facultad, lo que me iba a permitir tener un
trabajo y vivir de lo que más me gustara. Ese fue el día en que todo se
desencadeno.
A
pesar de mí ansiedad, sus ojos y su cuerpo seguían ocupando la mitad de mis
pensamientos, y la otra mitad era ocupada por la belleza de la Ciudad. Sentía
que había un pequeño yo dentro de mí que gritaba algo, pero no importaba. No lo
podía escuchar.
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