lunes, 7 de abril de 2014

Dos Noches de Verano — 21 — Clay: Encontrar un Arma

>Clay: Encontrar un arma.

Al principio creí que era el único que lo estaba escuchando, aunque no era así. Podía escuchar el aleteo de los helicópteros, y no estaba muy lejos; estaba encima de nosotros. Justo encima de nosotros.
Empezamos a correr por la calle. Esta seguía desierta, pero ahora el cielo era cruzado por un helicóptero; el vehículo volando encima de nosotros, a poca altura.
Los gritos no alcanzaban; ni siquiera podía escuchar a mi cabeza con ese ruido. Se fue alejando y alejando, hasta que ya no fue más que un punto negro en el cielo. Sin darnos cuenta habíamos corrido dos o tres cuadras.
No tardamos en tirarnos miradas pesimistas. Todos empezaron a quejarse; hasta mi subconsciente repetía su voz.
«Todos se van a morir.»
Meneé la cabeza, tratando de sacarme la idea de la cabeza. No era fácil. Claro que no, estaba hablando de mi puto final.
Mientras tratábamos de recuperar el aliento empezó a sonar otro ruido. No podía ver de dónde venía, pero podía escucharlo; podía escuchar el latido otra vez. Un latido sintético, un motor. Una hélice. De hecho, eran dos. Yo seguía recuperando el aliento mientras buscaba el helicóptero entre alguno de los edificios. El sonido se acercaba, haciéndose más claro y ruidoso. Llegué a escuchar una tercera hélice, producto de mi imaginación.
El ruido se acercaba más y más, pero no podíamos ubicarlo. Vi como Clara corría hasta la siguiente esquina, Croft volvía a la anterior, y Nick seguía tirado en el piso, rendido. Mi aliento no volvía. Quería correr y ver a los dos ángeles volando, pero no podía, no podía dejar de respirar fuertemente. Todos mis sentidos se ralentizaron. Buscaba cualquier cosa en el cielo, entre los centenares de edificios. Clara gritaba fuerte, muy fuerte. Croft también lanzó un grito. Fue un tanto desgarrador, aunque solo fue uno. Pude escuchar como los gritos de Clara se empezaban a mezclar con gimoteos; como su voz se empezaba a quebrar.
Una voz quebrándose es algo muy raro. Por mucho que alguien traté, es imposible de interrumpir. Siempre había fallado, era simplemente imposible. Y Clara no era la excepción.
El ruido de las hélices se hacía más y más fuerte, ya cobrando el volumen que había tenido la primera. El sonido se hizo tan envolvente y ensordecedor que realmente pensé que habían visto gente y que estaban por aterrizar cerca. Pero no pararon. Cuando los vi salieron por mi izquierda, pasando a toda velocidad en la misma dirección que el otro helicóptero. Sentí sudor frío en mi frente y en mi espalda. Mi cabeza estaba por explotar. Y entonces logré recuperar el aliento.
No podía quebrarme yo también. Le tendí la mano a Nick. No parecía querer levantarse nunca más, pero lo hizo.
Después volvió Clara. Se podían venir las lágrimas secas. Su mirada había cambiado; se veía como yo cuando me había mirado al espejo. Totalmente igual, pero sus ojos eran diferentes. Su mirada era más penetrante, fría. El sentimiento que me hacía sentir capaz de matar a cualquiera sin que me temblase el pulso; saber que ella también estaba en ese estado daba miedo.
Clara se quedó callada, mirándonos. No era la primera vez que notaba lo linda que era.
Croft se acercó momentos después. Él no tenía esa mirada. Se veía algo desalentado, pero sus palabras diferían.
—No estamos suficientemente al Norte. Tenemos que movernos.-aseguré
 Todos asintieron.
—Hay más de una razón —dijo Clara, muy seca. Estaba moviendo su cabeza hacía atrás, como señalando.
Giré la cabeza, viendo que varios de los monstruos estaban acercándose o salían a la calle. Habían sido atraídos por el ruido, supuse. Eran manchas negras en mi visión periférica, pero sabía que eran ellos. No había que ser un genio para deducir que estábamos jodidos.
De pronto, escuché una campana sonando a través del aire. Inmediatamente pensé en Por Quién Doblan Las Campanas, pero volví a escuchar esa voz. La voz de mis sueños.
—Por ustedes—respondió aquella voz.
Me quedé congelado. Sabía que había sido mi imaginación, hasta la campana. El tirón de Clara me hizo reaccionar, insistiéndome para que corriera.
Apreté mi fierro con fuerza y corrí hacia adelante. Corrí tan rápido como me era posible, sin mirar atrás, sin mirar a los costados, solo al lugar a donde los helicópteros se habían dirigido. Sentía mi respiración y mis pasos; el resto era vació. Llegué a encontrar un ritmo entre mi movimiento y mi respiración. Solo seguía corriendo hacia adelante, mirando al punto donde las máquinas habían desaparecido. Empecé a escuchar una voz lejana, pero se acercaba muy rápido.
—¡Clay! —gritó Croft.
Tropecé y caí al piso con brusquedad. Mi tubo salió despedido hacía adelante. No llegué a abrir los ojos antes de sentir la sangre corriendo por mi cara. Podía sentir el ardor de las raspaduras; mis manos paspadas, mis rodillas.
Pero era un dolor distinto. No era dolor. Sí, dolía, pero daba forma a otra cosa. Eran esos momentos los que hacían que mi mirada cambiase; que apareciese el otro Clay. El que podía ser mi verdadero yo, liberado por la Ciudad. Pero ese no era un buen momento para preguntar qués o por qués o cómos, aunque la respuesta fuera simple.
Me levanté rápido, tomando mi tubo. Vi a los demás a media cuadra, esperándome. Atrás había una decena de deformes. Entonces miré justo delante de mí; otra de las aberraciones de varias personas a la vez.
Me miraba fijamente, no se movía. Su respiración parecía complicada y quejosa. En su pecho había algo parecido a un ojo gigante. Estaba situado donde iría el corazón y latía, casualmente. A cada momento se llenaba de ese líquido negro para después limpiarse. A su brazo derecho le faltaba una mano. Su hueso cúbito había tomado una forma afilada de treinta centímetros.
Tomé el lado que parecía más duro de la tubería y me acerqué un metro o dos. Usándola como un arpón, la lancé directo al pecho de la aparición. El otro Clay hubiese fallado, o el golpe hubiese rebotado. Pero esta bestia tenía un tejido muy blando, y mi fierro le pasó de lado a lado.
No sabía si había sido suficiente para matarlo, pero corrí hasta donde estaban los demás. Al llegar a la esquina doblamos a la izquierda, desviándonos de nuestra persecución.
—Un último esfuerzo hasta la próxima esquina, y los vamos a perder —dijo Clara.
Realmente tuve que usar mis últimas fuerzas, pero llegamos a la esquina y doblamos a la derecha. Avanzamos por unos metros, y descansamos por unos momentos.
Utilicé el trapo que tenía por camisa para secarme la sangre. Nick miró mis raspaduras, un poco desconfiado.
—Estoy bien —solté.
Sin decir más, habiendo podido recuperar un poco de aliento, seguimos hasta la otra esquina.
—Deberíamos conseguir un coche —dijo Croft, mientras se acercaba a uno que había estacionado en mitad de la calle—Hey, creo que no estamos lo suficientemente lejos… —trató de hablar, pero se quedó helado.
 Al llegar del otro lado del auto pudimos ver por qué.
Había dos cadáveres y una persona moribunda justo delante del auto. La sangre era fresca; demasiado fresca. No tenía idea acerca de coagulación, pero eso no podía haber pasado hacía más de quince minutos.
El moribundo nos miró. Su respiración era débil y muy dificultosa. Estaba en sus últimos momentos. Nos miró a cada uno. Llevó su mano a la cadera y sacó una pistola. Entonces levantó el arma en dirección de Clara, y se la arrojó tan cerca como pudo.
Señaló para adelante, hacía el norte. Movió la cabeza: «vayan». Luego dejó que su brazo cayera; y respiró sus últimos momentos. Unas palabras quisieron salir de su boca, pero la sangre le prohibía hacerse entender. Al final, cesó de respirar.
Clara se quedó mirando la ofrenda, así que Croft tomó la pistola para sí y se puso a inspeccionar los otros dos cuerpos. Al final encontró un cuchillo y otra pistola. Ahí había pasado algo serio. El coche también estaba baleado, aunque funcional.
Nick y Clara se pusieron a hacerlo funcionar, y tomó varios intentos. Al final, sin embargo, el motor rugió.

domingo, 6 de abril de 2014

Dos Noches de Verano — 20 — Clara: Revisar el edificio

>Clara: Revisar el edificio.


—En fin, “tenemos que revisar.” —repitió Croft—. Entonces, ¿qué sugieren?
—Más allá de si creen o no en lo que dijo Henry —dije—, deberíamos prepararnos para todo. Ante la posibilidad de que los helicópteros no lleguen. Hay que juntar agua y comida, cualquier cosa que sirva como arma, y encerrarnos acá hasta que venga la ayuda. Hay que tapar todas las puertas y ventanas, como en la casa.
Nos dividimos los cinco pisos, dejando la recepción; Croft tenía el segundo, Nick el tercero, yo el cuarto y Clay el quinto. Usamos el ascensor para llegar a nuestros pisos, sin decirnos nada.
Oficinas, oficinas y más oficinas. Entré a cada una y revisé todos los cajones que no estaban con llave. Solo había papeles, con el ocasional objeto personal. No esperaba encontrar algo más, de todas formas. Después de todo, ¿quién iba a traer una pistola a una oficina?
Encontré una caja de cigarrillos medio vacía y un encendedor. Tomé el encendedor.
Miré por la segunda mitad. Seguí buscando. Nada.
Terminé de revisar las oficinas y solo encontré otro encendedor. Lo tomé de todas formas, y volví al primer piso.
Me encontré con Croft, que ya había terminado.
—¿Cómo te fue? —me pregunto.
—Dos encendedores. Al menos tenemos iluminación si se va la electricidad.
—Si es que.
—¿Y vos encontraste algo? —pregunté.
—No, la verdad. No hay mucho que ver en el segundo piso. Es más, tuve tiempo de sobra y busqué por acá. Tampoco hay nada. Esto no se ve muy alentador.
Oí la puerta de un ascensor. Nick apareció bajando las escaleras.
—Em, no sé si se dieron cuenta —dijo—. Pero hay un piso subterráneo.
—Podría ser un estacionamiento —pensó Croft—. Lo mejor va a ser no hacer nada, o podríamos activar una alarma.
Oímos como el ascensor de Nick era llamado.
—Quizá, pero este lugar tiene calefacción —dijo Nick—. Debe haber un cuarto que controle eso. Y ahí puede haber algo útil.
Cuando el ascensor bajó, todos nos habíamos juntado a esperarlo. Clay se sorprendió de vernos ahí. Pasamos adentro, y Nick apretó el botón de Subterráneo.
—Eh, ¿qué encontraron? —nos preguntó Clay.
—Yo nada —dijo Croft—. Tampoco en el primer piso.
—Tampoco nada —dijo Nick.
—Yo encontré dos encendedores —dije—. ¿Y vos?
—En la oficina del jefe había un celular.
La puerta se abrió. Nos encontramos con el estacionamiento. No había muchos autos, y la entrada estaba cerrada con un portón. La única iluminación venia de luces fluorescentes, que eran algo débiles.
—¿Y por qué bajamos acá? —dijo Clay.
—Estamos buscando el cuarto con la calefacción —explicó Nick, y pasó al estacionamiento.
Se acercó a una puerta entornada, pasó y prendió la luz. Cuando lo seguimos dentro descubrimos que había dado con el cuarto que buscábamos. Nick nos llamó para mostrarnos algo; había encontrado una caja metálica. Adentro había…
—Tuberías —exclamé.
—Muchas tuberías —dijo Clay.
—Podríamos usarlas para defendernos —dijo Nick.
Tomamos una para cada uno y salimos del cuarto.
—Esto no va a ser suficiente —se quejó Clay.
—Bueno, si vamos a buscar a otras casas, estos pueden protegernos mientras cruzamos la calle —propuso Nick.
Volvimos al primer piso y miramos por la ventana de la puerta. Nada.
Nick empujó la puerta lentamente, y preparamos los tubos. Pero no pasó nada. No había nada afuera. Sin bajar la guardia, fuimos corriendo a una de las casas cercanas.
Notamos que había movimiento en algunas casas; otras personas esperando en la zona norte. Avanzamos hasta que pudimos comprobar que una estaba vacía, y rompimos una de las ventanas para entrar.
Lo primero que encontramos fueron cuerpos. Cuatro cadáveres en el living, unos encima de otros.
—Dios —dijo Croft.
—Esto es... —Apenas podía hablar.
—¿Los mataron otras personas? —preguntó Clay.
—Solo otras personas pondrían los cuerpos en una pila —dijo Nick—. Pero mirándolos… pareciera que fue un monstruo.
Permanecimos en silencio durante unos momentos, solo observando esa escena.
—Vámonos de acá rápido —dije.
Revisamos la casa cuanto antes, pero no había nada que sirviera como arma. Nos fuimos sin revisar el living.
Salimos afuera, y vimos a todas las casas que se extendían frente a nosotros. Esa calle parecía ser una intersección importante, con muchas residencias.
—Algún vecino tiene que tener una pistola, o jugar al golf o al beisbol —dijo Clay.

«Esto va a tomar tiempo», suspiré. Entonces fue cuando todo el trabajo se interrumpió de repente; entonces fue cuando nos alcanzó el sonido de las hélices acercándose.


>Clay: Encontrar un arma.

Dos Noches de Verano — 19 — Nick: Explicar

>Nick: Explicar.

Antes de todo eso había tenido un amigo… Se llamaba Jack, y éramos compañeros en la fuerza de policía. Jack había muerto, bajado por Croft cuando su cuerpo se degeneró. No quedaba nada de lo que él había sido. Jack ya no estaba en la tierra, en ningún sentido de la palabra.
Pero ahora lo veía frente a mí, de pie, portando sus pistolas y su uniforme como si nada hubiera pasado. Y aunque todo lo que sabía me indicaba en contra, no había ninguna señal, ninguna muestra de que no era real; solo estaba ahí, parado tranquilamente.
Jack había muerto, pero ahora estaba frente a mí.
Nosotros también íbamos a morir, a mí tampoco me quedaban muchas horas; pensaba eso hasta que lo vi. Verlo ahí hizo distinto a todo. Quizá podamos lograrlo, pensé, viendo al que incluso había mutado y sin embargo estaba ahí. Pero la ilusión no duró mucho.
Un pestañeo y se desvaneció. Y volví a pestañear, y lo divisé una cuadra más adelante. Como si se hubiera movido muy rápido. Y empecé a perseguirlo, a correr detrás de él como si lo que estuviera persiguiendo fuera la chance de ganar sobre la muerte, de tener una oportunidad más. Pero más que nada necesitaba verlo, necesitaba hablarle; él era la última figura de lo familiar, lo último que me quedaba antes de que todo se hubiese pervertido y yo conociera a toda esa nueva gente, esas cosas nuevas.
Pero Jack seguía alejándose. Y yo corría detrás de él, y corría, y como adentro del negocio cuando el monstruo nos había atacado, esa escena parecía un pasillo de pesadilla; un pasillo cuyo final nunca llegaba.
Hasta que Jack se detuvo.
Se paró en un callejón detrás de tres casas, un camino para bicicleta oculto que era más propio de un pueblito que de la Ciudad. El sol seguía levantado, pero se había eclipsado y la escena se cubría de un resplandor que le quitaba el tiempo a todo. Temí durante un momento el no estar realmente despierto, la locura de la situación estaba ganando terreno en mí, pero mire la chaqueta azul de Jack siendo levantada por el viento hasta que me convencí de que semejante cosa no podía ser falsa.
Jack habló. Por un momento temblé ante la disrupción del silencio, un pánico momentáneo de que al romperlo también desapareciera la situación a mí alrededor y yo despertara.
—¿Qué pasa? —dijo.
Me quede mirándolo.
—¿Qué pasa…? —repetí.
—Si —dijo Jack, tranquilo—. ¿Qué es lo que pasa a tu alrededor?
—N-No entiendo. Jack, yo…
Pero él no me dejo continuar la frase. Extendió su mano derecha y abrió la palma hacia arriba: en ella había un pequeño charco de agua negra.
—¿Qué es esto? —preguntó, como probándome.
—No entiendo. No entiendo… Jack.
Como perdiendo el interés cada vez que mencionaba su nombre, Jack dejo de escucharme y dejo caer el agua al piso.
—¿Qué es eso? —Pregunto una vez más.
—Agua —dije—. Agua negra.
Jack me miró un momento. Nuestros ojos conectaron, y en mi cabeza aparecieron imágenes de una corriente; imágenes de una canilla abierta e imágenes de lluvia. Y en cada visión el agua pasaba se tornaba negra, y entonces vi a Clara, y todo cobro sentido.
—¿El agua corriente se hizo negra? ¿Cómo clara predijo? —dije, sin aliento. De repente, las pistolas de Jack desaparecieron, y volvieron a aparecer en mis manos.
Jack asintió durante un segundo.
Pero ya no era Jack.
La imagen de Jack se había desprendido, como si se removiera una máscara. El hombre que ahora se mostraba ante mí era mucho más alto y se encontraba envuelto en ropas blancas. Pero su forma era indistinguible. Se difuminaba, se perdía entre el escenario. Cuando centraba mi mirada en él, en cualquier punto, este se esparcía. Su visión escapaba a mis sentidos, pero estos me decían que él estaba frente a mí. Empecé a temblar, y casi quise gritar para lidiar con esa frustración. No entendía nada, no comprendía qué estaba pasando a mí alrededor. Todo era demasiado confuso.
—Está bien, no pasa nada —dijo la figura que se había hecho pasar por Jack. Ya no pretendía usar su voz.
¿Por qué me había llevado hasta él? Me había atraído, usando la imagen de Jack.
El hombre en blanco hablo:
—¿Alguna vez oíste hablar de un universo cuántico?
Me miró a los ojos, y vinieron más visiones a mi cabeza… Como si las pensara yo, pero a la fuerza. Se sentía como un tipo de comunicación, como si simplemente fuera un lenguaje que ese hombre usaba. Aparecieron imágenes: vi a los monstruos. La gente deformada. Reconocí figuras que me eran similares; construcciones hechas varias personas, esas deformidades caminantes. Pero también habían formas nuevas: Estrellas, moluscos, grandes gusanos que se retorcían mientras avanzaban. Cosas que nunca había visto. Todo era la misma familia. El pelotón inhumano caminaba entre escombros negros, y todo vibraba con la presencia de muerte que eran ellos y con la que rodeaban todo. Ese hormigueo que traía lo tocado por el negro. Todo estaba plagado por ello; el aire, el espacio.
Parecía mi Ciudad en un estado mucho más decaído. El futuro que Clara había predicho. Donde no solo las personas habían sido corruptas, sino todo. Creí que iba a perder la consciencia, y sacudí mi cabeza una y otra vez tratando de hacer que la imagen desaparezca.
Con las pistolas temblando en mis manos, apunté hacia el hombre de blanco. Todo en expresaba blanco; incluso su pelo se veía blanco, aunque no podía mirarlo directamente. Sin embargo, algo en su conjunto era distinto; su traje tenía botones. Botones rojos. El hombre solo sonrió, complacido.
—Dispará —dijo—, dispará si querés que terminemos.
Pero yo bajé el brazo. Continuaba temblando. Entonces él siguió adelante.
—Esto es un mensaje —dijo, tratando de explicar con palabras y con su lenguaje.
Y hubo otra visión.
Vi a los horrores caminando, y estos volvieron a ser hombres, y lo que era destrucción volvió a ser edificios en pie. La realidad de antes. Las imágenes empezaron a superponerse, de atrás para delante de atrás para adelante; bestias caminando en lugar de las personas, edificios destruidos y erguidos de forma intermitente.
—En las dimensiones superiores yacen horrores —dijo—. Y estas dimensiones pueden bajar y empezar a establecerse sobre la que había. Reemplazándola poco a poco. Cambiando a las personas que habían por sus personas. Y luego cambiando el resto. Esto debería ser una advertencia, pero ya sucedió.
No podía entender nada de lo que estaba diciendo. Perdí la fuerza en los pies, y me contraje en el suelo. Mi mente divagaba.
—Quiero dispararle… ¿por qué es difícil? ¿Por qué no uso armas? —balbucee para mí—. No puedo recordarlo… 
Para mi sorpresa, el hombre respondió.
—Es el resultado de una experiencia chocante que tu mente asoció con las armas a lo largo de tu existencia. Esta experiencia. Vas a hacer que suceda ahora, en unos minutos —dijo.
Me levanté despacio, mirándolo y esperando algo de él. Al final, ese algo llegó. Una nueva visión.
Reconocí mi Ciudad, y vi la destrucción en la que estábamos en ese momento. La gente convirtiéndose, desatándose con violencia. El hombre hablaba a la par.
—Las dimensiones se superponen y empiezan a mezclarse. Una realidad ligeramente diferente… una como es la de los Eldritch… entra en esta y de a poco va tomando su lugar. La gente es reemplazada por el horror. Todo esto fue inevitable, fuera de su control —dijo, hablando con solemnidad, casi disculpándose.
Me apreté la cabeza.
—Podrían subirse a un helicóptero, pero no tienen adonde ir. Esto está pasando en todos lados. No puedo decir hasta donde va a llegar… quizá se detenga luego de reemplazar el agua, de reemplazar algunas personas. Quizá continúe hasta que el sol cambie lugares con una abominación.
Con lágrimas cayendo por mis ojos, apunté mi arma hacia él.
—Hmm —musitó.
Basta, intenté susurrar, pero no logre que salieran sonidos de mi boca. Quería que las visiones se detuvieran. Que todo eso parase.
—Así es como son las cosas —continúo diciendo, sonriente—. Al menos pude llegar y decírselo a una persona de este universo… Cruzar adentro y hacer el intento, al menos pude…
Entonces disparé. Jalé el gatillo, la bala llego hasta hombre y por un instante pude verlo con claridad. Vi su traje blanco y su peinado blanco, y sus botones rojizos que refulgían eléctricamente. Pero entonces todo desapareció, como absorbido por una corriente, y el efecto rebotó hacia mí como un millón de edificios cayendo dentro mi cabeza.
Y me derrumbé bajo la presión infinitamente pesada, y todo se hizo negro. 

◘◘◘◘◘

Desperté en el callejón. Mi primer pensamiento fue que no tenía que estar tan lejos, tenía que apurarme y reunirme con el resto como había prometido. El resto… Clay, Clara, Croft. Me levanté del suelo, me limpié el polvo y descubrí las pistolas de Jack tiradas a unos metros de mí. Me acerque para juntarlas, pero al acercar mi mano me invadió una ola de terror. Corrí la mirada, tratando de ignorarlo, y las deje ahí.
Entonces note que había perdido mi gorra. La gorra que había sido de Jack. De alguna manera, no me importo. Podía aceptarlo.
Todo lo que acababa de pasar… no podía sacar nada en claro de ello. Mi mente estaba demasiado agotada, la decepción había sido la última que podía soportar. No había encontrado a Jack con vida.
Ahora solo quería juntarme con el resto y no tener que tomar más decisiones. Descubrí una moto cerca, con las llaves puestas. Eso iba a ser útil.
Había avanzado por unos minutos cuando me llego un mensaje. Al ver las letras azules que usaba Jack me sobresalte por un instante, pero recordé que Clay tenía ese celular ahora.

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JD: Estamos por entrar al edificio. Tene cuidado. 
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El mensaje era corto pero claro. Me pregunté si ellos estaban bien… Me pregunté cuanto tiempo había estado yo en ese callejón. El tiempo estaba actuando extraño últimamente.
Me vino a la cabeza una imagen del hombre en blanco, pero la corrí. No lo entendía, no me significaba nada más que sensaciones de horror y muerte. No quería pensar en ello nunca más.
Respondí el mensaje diciendo que estaba en camino. Subí a la motocicleta y me puse en marcha.
Tras un par de minutos divisé el edificio; estaba junto a un parque y un complejo de oficinas que me recordó a mi empleo.
Todo estaba en silencio. Subí la guardia, dejé que mi disciplina tomara el control y me concentré, por más que estuviera agotado. Miré alrededor… Podía haber una criatura en cualquier lugar. O en el peor de los casos, adentro del edificio.
Estaba por entrar cuando divisé a uno de los alterados en el suelo. Era un hombre con ropas ligeras, y casi todo su cuerpo se encontraba en estado normal, pero su estómago se abría hacia afuera espantosamente, mostrando una hilera de huesos que se estiraban hacia afuera junto con la piel, ensanchando el agujero que dejaba ver hacia el interior de su estómago. Dios santo, pensé. Su pansa debía haberse deformado y estallado de alguna manera. El suelo estaba cubierto de órganos. Lleno de asco, bajé de la motocicleta y corrí hasta la puerta. La abrí.
Frente a mi había una recepción normal, cubierta de sombras. Había dos escaleras a los lados; supuse que el resto habrían ido por ahí. Me alegro no ver ningún signo de violencia. Subí la mirada al segundo piso… y los encontré. Pero solo vi dos personas.
Cuando mire alrededor, descubrí a Clara esperando junto a la puerta. Hice lo que pude para esconder mi sobresalto.
—Hola —la saludé, algo incómodo.
Ella inclino la cabeza como saludo. Parecía satisfecha de verme en una pieza.
—Creo que estamos a salvo… —explicó.
—Tenemos que llegar a la terraza. Eso es todo lo que importa. Los helicópteros van a llegar en unas cuatro horas, ¿no?
Ella desvió la mirada.
—Henry no estaba muy seguro de eso fuera a pasar.
—Te creo —dije, y Clara pareció sobresaltarse.
Me miro un momento, solo mirándome sin decir nada.
Subimos las escaleras y nos encontramos con el resto.
—Eh, ¿adónde mierda fuiste? —pregunto Croft.
—Em… —balbuceé.
—Da igual —intervino Clay—. Es más importante que nos ocupemos del tema en cuestión.
—¿Tema en cuestión? —pregunté.
—Tenemos que revisar este lugar.
—Concuerdo —dijo Clara—. Cualquier cosa podría servir.
Croft me miró, mientras los otros dos hablaban.
—¿Así que no fuiste a hacer nada?
—Yo… —le dije, y empecé a susurrar. Yo sabía que había mentido sobre el agua de la canilla—. Vi el agua.
Croft ensanchó los ojos.
—Ajá —asentí.
—Bueno… Pues sí. El agua es así —dijo Croft, también susurrando— Pero podría ser una casualidad.
—Pero lo dudo… Lo dudo.
—Croft —le dije—. Si las predicciones de Clara eran ciertas, todo lo demás también podría cumplirse…

Pero Croft corrió la mirada y se alejó de mí. Corrió a juntarse con el resto.