lunes, 7 de abril de 2014

Dos Noches de Verano — 21 — Clay: Encontrar un Arma

>Clay: Encontrar un arma.

Al principio creí que era el único que lo estaba escuchando, aunque no era así. Podía escuchar el aleteo de los helicópteros, y no estaba muy lejos; estaba encima de nosotros. Justo encima de nosotros.
Empezamos a correr por la calle. Esta seguía desierta, pero ahora el cielo era cruzado por un helicóptero; el vehículo volando encima de nosotros, a poca altura.
Los gritos no alcanzaban; ni siquiera podía escuchar a mi cabeza con ese ruido. Se fue alejando y alejando, hasta que ya no fue más que un punto negro en el cielo. Sin darnos cuenta habíamos corrido dos o tres cuadras.
No tardamos en tirarnos miradas pesimistas. Todos empezaron a quejarse; hasta mi subconsciente repetía su voz.
«Todos se van a morir.»
Meneé la cabeza, tratando de sacarme la idea de la cabeza. No era fácil. Claro que no, estaba hablando de mi puto final.
Mientras tratábamos de recuperar el aliento empezó a sonar otro ruido. No podía ver de dónde venía, pero podía escucharlo; podía escuchar el latido otra vez. Un latido sintético, un motor. Una hélice. De hecho, eran dos. Yo seguía recuperando el aliento mientras buscaba el helicóptero entre alguno de los edificios. El sonido se acercaba, haciéndose más claro y ruidoso. Llegué a escuchar una tercera hélice, producto de mi imaginación.
El ruido se acercaba más y más, pero no podíamos ubicarlo. Vi como Clara corría hasta la siguiente esquina, Croft volvía a la anterior, y Nick seguía tirado en el piso, rendido. Mi aliento no volvía. Quería correr y ver a los dos ángeles volando, pero no podía, no podía dejar de respirar fuertemente. Todos mis sentidos se ralentizaron. Buscaba cualquier cosa en el cielo, entre los centenares de edificios. Clara gritaba fuerte, muy fuerte. Croft también lanzó un grito. Fue un tanto desgarrador, aunque solo fue uno. Pude escuchar como los gritos de Clara se empezaban a mezclar con gimoteos; como su voz se empezaba a quebrar.
Una voz quebrándose es algo muy raro. Por mucho que alguien traté, es imposible de interrumpir. Siempre había fallado, era simplemente imposible. Y Clara no era la excepción.
El ruido de las hélices se hacía más y más fuerte, ya cobrando el volumen que había tenido la primera. El sonido se hizo tan envolvente y ensordecedor que realmente pensé que habían visto gente y que estaban por aterrizar cerca. Pero no pararon. Cuando los vi salieron por mi izquierda, pasando a toda velocidad en la misma dirección que el otro helicóptero. Sentí sudor frío en mi frente y en mi espalda. Mi cabeza estaba por explotar. Y entonces logré recuperar el aliento.
No podía quebrarme yo también. Le tendí la mano a Nick. No parecía querer levantarse nunca más, pero lo hizo.
Después volvió Clara. Se podían venir las lágrimas secas. Su mirada había cambiado; se veía como yo cuando me había mirado al espejo. Totalmente igual, pero sus ojos eran diferentes. Su mirada era más penetrante, fría. El sentimiento que me hacía sentir capaz de matar a cualquiera sin que me temblase el pulso; saber que ella también estaba en ese estado daba miedo.
Clara se quedó callada, mirándonos. No era la primera vez que notaba lo linda que era.
Croft se acercó momentos después. Él no tenía esa mirada. Se veía algo desalentado, pero sus palabras diferían.
—No estamos suficientemente al Norte. Tenemos que movernos.-aseguré
 Todos asintieron.
—Hay más de una razón —dijo Clara, muy seca. Estaba moviendo su cabeza hacía atrás, como señalando.
Giré la cabeza, viendo que varios de los monstruos estaban acercándose o salían a la calle. Habían sido atraídos por el ruido, supuse. Eran manchas negras en mi visión periférica, pero sabía que eran ellos. No había que ser un genio para deducir que estábamos jodidos.
De pronto, escuché una campana sonando a través del aire. Inmediatamente pensé en Por Quién Doblan Las Campanas, pero volví a escuchar esa voz. La voz de mis sueños.
—Por ustedes—respondió aquella voz.
Me quedé congelado. Sabía que había sido mi imaginación, hasta la campana. El tirón de Clara me hizo reaccionar, insistiéndome para que corriera.
Apreté mi fierro con fuerza y corrí hacia adelante. Corrí tan rápido como me era posible, sin mirar atrás, sin mirar a los costados, solo al lugar a donde los helicópteros se habían dirigido. Sentía mi respiración y mis pasos; el resto era vació. Llegué a encontrar un ritmo entre mi movimiento y mi respiración. Solo seguía corriendo hacia adelante, mirando al punto donde las máquinas habían desaparecido. Empecé a escuchar una voz lejana, pero se acercaba muy rápido.
—¡Clay! —gritó Croft.
Tropecé y caí al piso con brusquedad. Mi tubo salió despedido hacía adelante. No llegué a abrir los ojos antes de sentir la sangre corriendo por mi cara. Podía sentir el ardor de las raspaduras; mis manos paspadas, mis rodillas.
Pero era un dolor distinto. No era dolor. Sí, dolía, pero daba forma a otra cosa. Eran esos momentos los que hacían que mi mirada cambiase; que apareciese el otro Clay. El que podía ser mi verdadero yo, liberado por la Ciudad. Pero ese no era un buen momento para preguntar qués o por qués o cómos, aunque la respuesta fuera simple.
Me levanté rápido, tomando mi tubo. Vi a los demás a media cuadra, esperándome. Atrás había una decena de deformes. Entonces miré justo delante de mí; otra de las aberraciones de varias personas a la vez.
Me miraba fijamente, no se movía. Su respiración parecía complicada y quejosa. En su pecho había algo parecido a un ojo gigante. Estaba situado donde iría el corazón y latía, casualmente. A cada momento se llenaba de ese líquido negro para después limpiarse. A su brazo derecho le faltaba una mano. Su hueso cúbito había tomado una forma afilada de treinta centímetros.
Tomé el lado que parecía más duro de la tubería y me acerqué un metro o dos. Usándola como un arpón, la lancé directo al pecho de la aparición. El otro Clay hubiese fallado, o el golpe hubiese rebotado. Pero esta bestia tenía un tejido muy blando, y mi fierro le pasó de lado a lado.
No sabía si había sido suficiente para matarlo, pero corrí hasta donde estaban los demás. Al llegar a la esquina doblamos a la izquierda, desviándonos de nuestra persecución.
—Un último esfuerzo hasta la próxima esquina, y los vamos a perder —dijo Clara.
Realmente tuve que usar mis últimas fuerzas, pero llegamos a la esquina y doblamos a la derecha. Avanzamos por unos metros, y descansamos por unos momentos.
Utilicé el trapo que tenía por camisa para secarme la sangre. Nick miró mis raspaduras, un poco desconfiado.
—Estoy bien —solté.
Sin decir más, habiendo podido recuperar un poco de aliento, seguimos hasta la otra esquina.
—Deberíamos conseguir un coche —dijo Croft, mientras se acercaba a uno que había estacionado en mitad de la calle—Hey, creo que no estamos lo suficientemente lejos… —trató de hablar, pero se quedó helado.
 Al llegar del otro lado del auto pudimos ver por qué.
Había dos cadáveres y una persona moribunda justo delante del auto. La sangre era fresca; demasiado fresca. No tenía idea acerca de coagulación, pero eso no podía haber pasado hacía más de quince minutos.
El moribundo nos miró. Su respiración era débil y muy dificultosa. Estaba en sus últimos momentos. Nos miró a cada uno. Llevó su mano a la cadera y sacó una pistola. Entonces levantó el arma en dirección de Clara, y se la arrojó tan cerca como pudo.
Señaló para adelante, hacía el norte. Movió la cabeza: «vayan». Luego dejó que su brazo cayera; y respiró sus últimos momentos. Unas palabras quisieron salir de su boca, pero la sangre le prohibía hacerse entender. Al final, cesó de respirar.
Clara se quedó mirando la ofrenda, así que Croft tomó la pistola para sí y se puso a inspeccionar los otros dos cuerpos. Al final encontró un cuchillo y otra pistola. Ahí había pasado algo serio. El coche también estaba baleado, aunque funcional.
Nick y Clara se pusieron a hacerlo funcionar, y tomó varios intentos. Al final, sin embargo, el motor rugió.

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