domingo, 6 de abril de 2014

Dos Noches de Verano — 18 — Croft: Abrir las puertas

>Croft: Abrir las puertas.

Todos nos quedamos mirando como Nick se alejaba, hasta que lo perdimos de vista tras una esquina.
—¿Qué acaba de pasar? —dijo Clay, sosteniendo el celular que le habían dado.
—Ya lo oíste —dijo Clara—. Sigamos hacia el edificio.
Seguimos avanzando; como si no hubiese pasado nada, cada vez más cerca del edificio grande. Superaba en altura a todos sus vecinos, así que iba a ser ideal para esperar nuestro rescate. Iba perdido en mi mundo, pensando en el agua negra de la canilla. Eso duro hasta que el recuerdo me vino a la cabeza. Mire al resto y explique las cosas.
Habíamos dejado las pocas armas que teníamos en el local. No; Clara tenía el abrelatas en el bolsillo. Maldito abrelatas.
—Sigamos; no perdamos tiempo —dijo ella, poniéndose a caminar como si nada. Clay y yo la seguimos atrás, sin más remedio.
La torre estaba frente a nosotros. Se encontraba en una intersección en forma de T, en una de las esquinas. Las otras esquinas estaban ocupadas por un pequeño parque y otro complejo de oficinas, aún más pequeño.
Nos faltaba menos de media calle. La ansiedad era obvia, palpable. Se escuchó un pequeño roce y todos nos giramos, pero no había nada. La calle seguía vacía.
—¡Vamos! —gritó Clara—. Ya estamos por llegar.
La fricción sonó de nuevo.
—Ya llegamos —dijo Clay, justo antes de que Clara empezara a correr hacia la torre.
Llegamos al frente de la torre; unas escaleras daban a una puerta de madera. Tenía dos vidrios oscuros en el centro que no permitían ver adentro.
Clara llegó primero. Cuando la alcanzamos ella nos tiró una mirada; las puertas estaban cerradas. Clay y yo nos lanzamos contra ellas, pero no cedían.
—¡No abren! —gritó Clara, empujando. Pues claro que no iban a hacerlo. Me puse a su lado, tiré y abrí.
—Adentro —dije.
Estaba oscuro. Apenas se filtraba un poco de luz del techo. Frente a nosotros una pequeña mesa servía como recepción. A ambos lados de la mesa había puertas, y junto a ellas escaleras que llevaban al piso superior.
Clara empezó a subir por las escaleras de la izquierda, pero se detuvo cuando estábamos en la mitad del camino. Estábamos por llegar a la segunda planta, que daba a un gran pasillo de ascensores.
Desde esa altura podíamos ver hacia la calle. Detrás de la entrada había una silueta; parecía un animal acostado en la calle. Sin embargo, antes de que pudiéramos ver bien la puerta se abrió, y Clay dio dos pasos hacia atrás.
—¿Nick? —gritó Clara.

En la entrada habían puesto una motocicleta. Nick nos miraba desde la puerta.

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