lunes, 17 de febrero de 2014

Dos Noches de Verano — 14 — Clay: Nuevo hogar

>Clay: Nuevo hogar.


Algo había pasado conmigo, definitivamente. Sabía que nunca hubiera hecho lo que hice. Algo había pasado. Y no tenía la más puta idea de qué. Me costaba recordar, pero poco a poco lo decodificaba en mi cabeza. Sí; los tipos que entraron, los pájaros, Clara. Todo había sido real. Quiero decir, no dudaba de que hubiese pasado de verdad, pero sentía como si no lo hubiese vivido desde mi cuerpo. Había sido una sensación extraña, como si mi cuerpo actuara en piloto automático. Conocía esa sensación.
Fui al baño y me miré al espejo. Mis ojos no eran los mismos. Les faltaba algo que tenían la última vez. Viéndolo, me hiperventilé, pero no por mucho tiempo. Algo faltaba, pero no podía encontrarlo, no lo sabía. Quise golpear la pared, pero al apretar el puño mis nudillos ya me dolían.
Adrenalina. Debía ser eso.
Sabía que no era eso, pero mi mente se conformó por un rato. Sabía que dentro de mí había otra persona. Otro Clay.
Me lavé la cara y me miré al espejo. Ya estaba más relajado. Estaba listo para la siesta más larga de la historia, pero debíamos ponernos en marcha.
Respiré hondo y sentí el dolor de las costillas. No pude evitar querer tomar otro analgésico. Busqué un vaso, y mientras lo llenaba tuve miedo de que se llenase de ese líquido negro. No cerré el agua y el vaso rebalsó, pero no me importo; quería ver esa cosa negra saliendo por la canilla. De alguna manera le creía a Clara. No un cien por ciento, ni siquiera un diez por ciento, pero sabía que no estaba loca.
El vaso seguía rebalsando, y no aparecía ningún líquido negro. Tomé mi analgésico y me dirigí al living.
Ya faltaba muy poco para el sol saliera. Se podía ver la calle claramente, pero preferimos esperar un poco más.
Sentía que los ojos me pesaban. Odiaba no dormir. Tenía muchas ganas de quedarme dormido, aunque fuera por cinco minutos. Estaba esperando que un monstruo entrase. Que golpease la pared, por lo menos. Quería creerle a Clara, aunque una parte de mí (esa otra) permanecía escéptica.
Croft se acercó y me sacudió para que me despertase. Era hora de partir.
Me ofrecí a llevar el hacha, porque era el que se encontraba físicamente mejor, pero Croft se la quedo. Nick se quedó con el cuchillo, y Clara con su abrelatas. A mí me dieron las pistolas, que estaban vacías, pero podría pegar culatazos.
Creo que ya eran cerca de las siete cuando partimos hacia la calle.
Todo estaba demasiado quieto; ni un alma, nada. Era raro pensar que ese monstruo y los pájaros hubieran entrado en nuestra casa, y que esas personas justo hubiesen elegido entrar en la nuestra.
Pero estábamos viviendo; supuse que eso era lo importante. Me empezaba a entusiasmar con la idea de que eso terminaría en unas pocas horas. Me preguntaba como una noche había podido durar tanto. El norte de la ciudad no estaba lejos.
Todos seguíamos a Nick en fila; Croft atrás de él, entonces Clara y entonces, con dos o tres metros de distancia, estaba yo.
La quietud, el silencio, me hacían estar alerta y esa era la única razón por la que no me desplomaba en el suelo. Mis párpados pesaban una puta tonelada y sentía que las cuadras eran kilómetros. Hubiera dado un brazo por un café. O una manzana, azúcar, cualquier cosa. Aunque más tarde agradecí estar un poco anestesiado. A las tres cuadras empezaron a aparecer cadáveres, de personas y personas convertidas. Casquillos, vidrios rotos, autos chocados. Todo parecía repetirse.
Mi cabeza se encontraba realmente agotada. No era solo sueño, necesitaba un descanso, un respiro de todo. Pensaba en como pronto encontraríamos una casa y podría descansar hasta que llegaran los helicópteros. Esa era mi única meta.
A partir de la sexta cuadra empezamos a percibir olor a quemado. Vimos como un humo bastante negro provenía del norte. Comenzamos a caminar más rápido.
Pasando la octava cuadra escuchamos gritos, balas, y vidrios rotos. Violencia sucediendo de nuevo.
—Esto no me gusta nada —dijo Croft.
—Ni a mí —dijo Nick—. Pero sigamos un par de cuadras más.
Nick se veía bastante seguro ahí adelante. O así era hasta que el primer monstruo se nos cruzó en el camino. Se acercó corriendo de frente, dejando una sola alternativa: pelear.
Nick y Croft se abrieron hacia cada costado, y Clara quedo atrás con su abrelatas.
Saqué las armas, pero mis manos no pudieron sujetarlas. Estaba muy desgastado, mi cuerpo no reaccionaba, o mi cerebro no mandaba las órdenes. Me caí al piso tratando de agarrarlas. Las tomé y me arrastré hasta al lado de un auto. No iba a seguir consciente por mucho tiempo. El olor a humo se intensificó. Podía escuchar a los demás tosiendo. También escuchaba los cortes en el aire, y finalmente los sonidos de carne siendo apuñalada y cortada. Los chicos ocupándose del problema. Estaba demasiado débil. Levanté la cabeza, buscando algún lugar bueno donde quedarnos. Ninguno me convencía.
Había un local… parecía de ropa… con la persiana de metal un poco abierta. Estaba en la otra calle, a unos veinte metros. Me paré y, corriendo con dificultad, pasé frente a los chicos. Creo que Croft me gritó algo, pero no lo escuché. Un cadáver y el cordón de la vereda casi me hacen tropezar.
Levanté la cabeza y pude ver como tres monstruos más venían desde la esquina.
Traté de gritarles a los demás, pero mi voz no logró salir. Probé golpeando contra la persiana metálica para llamar su atención.
Simplemente no aguantaba más, ni un segundo más.
Me tiré al piso y me arrastré hacia adentro del negocio de ropa. Sentía que cada pistola me pesaba diez kilos extra. Logré entrar en el lugar, y mire una última vez hacía afuera. Pude ver un par de pies. Y no reconocí nada más después de eso.


Podía escuchar ruidos de helicóptero. Estaba acá. Me puse en marcha y me lancé por debajo de la persiana, arrastrándome y ensuciándome la camisa todavía más. Los demás habían llegado justo afuera del negocio, enfrentándose contra mil de aquellos seres que habían estado ocultos. Primero mataron a Clara, después a Croft. Nick siguió peleando, pero yo no podía hacer nada para ayudarlo. Corrí, esquivando a los seres, llegando hasta el helicóptero. Estaba en la esquina, y había un soldado disparando desde adentro. Me subí de un salto y me ayudaron a meterme. Me limpié un poco.
—Gracias.
Me acerqué al piloto.
—Vayámonos. No queda nadie más.
El piloto giró la cabeza y se sacó el casco. Su cabello rubio se dejó caer sobre sus hombros. Me miró con sus ojos azules. Era la maldita chica del viernes.
Abrió la boca, y de ella empezó a brotar el líquido negro; y no tardó en aparecer desde sus ojos. Su cuerpo se cayó del asiento y rodó hacía atrás. Me dispuse a tomar el mando, pero no tenía la menor idea de cómo hacerlo.
Tomé la radio para pedir instrucciones.
¡Ey! Ayuda, necesito ayuda. No sé manejar esto. ¡¿Alguien me copia?!
Se escuchó como si alguien estuviera agarrando la radio. La persona se acomodó, y respiró una vez en la radio, de manera lenta y calmada.
—Todos se van a morir.

Desperté.
Me encontraba dentro del local; la persiana estaba cerrada.

Clara miraba un reloj. Casi era mediodía. Había dormido hasta el final de la mañana. Solo faltaban seis horas. 

No hay comentarios :

Publicar un comentario