Algo
había pasado conmigo, definitivamente. Sabía que nunca hubiera hecho lo que
hice. Algo había pasado. Y no tenía la más puta idea de qué. Me costaba
recordar, pero poco a poco lo decodificaba en mi cabeza. Sí; los tipos que
entraron, los pájaros, Clara. Todo había sido real. Quiero decir, no dudaba de
que hubiese pasado de verdad, pero sentía como si no lo hubiese vivido desde mi
cuerpo. Había sido una sensación extraña, como si mi cuerpo actuara en piloto
automático. Conocía esa sensación.
Fui al
baño y me miré al espejo. Mis ojos no eran los mismos. Les faltaba algo que
tenían la última vez. Viéndolo, me hiperventilé, pero no por mucho tiempo. Algo
faltaba, pero no podía encontrarlo, no lo sabía. Quise golpear la pared, pero
al apretar el puño mis nudillos ya me dolían.
Adrenalina.
Debía ser eso.
Sabía
que no era eso, pero mi mente se conformó por un rato. Sabía que dentro de mí había
otra persona. Otro Clay.
Me
lavé la cara y me miré al espejo. Ya estaba más relajado. Estaba listo para la siesta
más larga de la historia, pero debíamos ponernos en marcha.
Respiré
hondo y sentí el dolor de las costillas. No pude evitar querer tomar otro analgésico.
Busqué un vaso, y mientras lo llenaba tuve miedo de que se llenase de ese
líquido negro. No cerré el agua y el vaso rebalsó, pero no me importo; quería
ver esa cosa negra saliendo por la canilla. De alguna manera le creía a Clara.
No un cien por ciento, ni siquiera un diez por ciento, pero sabía que no estaba
loca.
El
vaso seguía rebalsando, y no aparecía ningún líquido negro. Tomé mi analgésico y me dirigí al living.
Ya
faltaba muy poco para el sol saliera. Se podía ver la calle claramente, pero
preferimos esperar un poco más.
Sentía
que los ojos me pesaban. Odiaba no dormir. Tenía muchas ganas de quedarme dormido,
aunque fuera por cinco minutos. Estaba esperando que un monstruo entrase. Que
golpease la pared, por lo menos. Quería creerle a Clara, aunque una parte de mí
(esa otra) permanecía escéptica.
Croft
se acercó y me sacudió para que me despertase. Era hora de partir.
Me
ofrecí a llevar el hacha, porque era el que se encontraba físicamente mejor,
pero Croft se la quedo. Nick se quedó con el cuchillo, y Clara con su
abrelatas. A mí me dieron las pistolas, que estaban vacías, pero podría pegar
culatazos.
Creo
que ya eran cerca de las siete cuando partimos hacia la calle.
Todo
estaba demasiado quieto; ni un alma, nada. Era raro pensar que ese monstruo y
los pájaros hubieran entrado en nuestra casa, y que esas personas justo
hubiesen elegido entrar en la nuestra.
Pero estábamos
viviendo; supuse que eso era lo importante. Me empezaba a entusiasmar con la
idea de que eso terminaría en unas pocas horas. Me preguntaba como una noche había podido
durar tanto. El norte de la ciudad no estaba lejos.
Todos seguíamos
a Nick en fila; Croft atrás de él, entonces Clara y entonces, con dos o tres
metros de distancia, estaba yo.
La quietud,
el silencio, me hacían estar alerta y esa era la única razón por la que no me
desplomaba en el suelo. Mis párpados pesaban una puta tonelada y sentía que las
cuadras eran kilómetros. Hubiera dado un brazo por un café. O una manzana,
azúcar, cualquier cosa. Aunque más tarde agradecí estar un poco anestesiado. A
las tres cuadras empezaron a aparecer cadáveres, de personas y personas
convertidas. Casquillos, vidrios rotos, autos chocados. Todo parecía repetirse.
Mi
cabeza se encontraba realmente agotada. No era solo sueño, necesitaba un descanso,
un respiro de todo. Pensaba en como pronto encontraríamos una casa y podría
descansar hasta que llegaran los helicópteros. Esa era mi única meta.
A
partir de la sexta cuadra empezamos a percibir olor a quemado. Vimos como un
humo bastante negro provenía del norte. Comenzamos a caminar más rápido.
Pasando
la octava cuadra escuchamos gritos, balas, y vidrios rotos. Violencia
sucediendo de nuevo.
—Esto
no me gusta nada —dijo Croft.
—Ni a
mí —dijo Nick—. Pero sigamos un par de cuadras más.
Nick
se veía bastante seguro ahí adelante. O así era hasta que el primer monstruo se
nos cruzó en el camino. Se acercó corriendo de frente, dejando una sola alternativa:
pelear.
Nick y
Croft se abrieron hacia cada costado, y Clara quedo atrás con su abrelatas.
Saqué
las armas, pero mis manos no pudieron sujetarlas. Estaba muy desgastado, mi
cuerpo no reaccionaba, o mi cerebro no mandaba las órdenes. Me caí al piso
tratando de agarrarlas. Las tomé y me arrastré hasta al lado de un auto. No iba
a seguir consciente por mucho tiempo. El olor a humo se intensificó. Podía
escuchar a los demás tosiendo. También escuchaba los cortes en el aire, y
finalmente los sonidos de carne siendo apuñalada y cortada. Los chicos
ocupándose del problema. Estaba demasiado débil. Levanté la cabeza, buscando
algún lugar bueno donde quedarnos. Ninguno me convencía.
Había
un local… parecía de ropa… con la persiana de metal un poco abierta. Estaba en
la otra calle, a unos veinte metros. Me paré y, corriendo con dificultad, pasé frente
a los chicos. Creo que Croft me gritó algo, pero no lo escuché. Un cadáver y el
cordón de la vereda casi me hacen tropezar.
Levanté
la cabeza y pude ver como tres monstruos más venían desde la esquina.
Traté
de gritarles a los demás, pero mi voz no logró salir. Probé golpeando contra la
persiana metálica para llamar su atención.
Simplemente
no aguantaba más, ni un segundo más.
Me
tiré al piso y me arrastré hacia adentro del negocio de ropa. Sentía que cada
pistola me pesaba diez kilos extra. Logré entrar en el lugar, y mire una última
vez hacía afuera. Pude ver un par de pies. Y no reconocí nada más después de
eso.
Podía
escuchar ruidos de helicóptero. Estaba acá. Me puse en marcha y me lancé por
debajo de la persiana, arrastrándome y ensuciándome la camisa todavía más. Los
demás habían llegado justo afuera del negocio, enfrentándose contra mil de
aquellos seres que habían estado ocultos. Primero mataron a Clara, después a
Croft. Nick siguió peleando, pero yo no podía hacer nada para ayudarlo. Corrí,
esquivando a los seres, llegando hasta el helicóptero. Estaba en la esquina, y
había un soldado disparando desde adentro. Me subí de un salto y me ayudaron a
meterme. Me limpié un poco.
—Gracias.
Me
acerqué al piloto.
—Vayámonos.
No queda nadie más.
El
piloto giró la cabeza y se sacó el casco. Su cabello rubio se dejó caer sobre
sus hombros. Me miró con sus ojos azules. Era la maldita chica del viernes.
Abrió
la boca, y de ella empezó a brotar el líquido negro; y no tardó en aparecer desde
sus ojos. Su cuerpo se cayó del asiento y rodó hacía atrás. Me dispuse a tomar
el mando, pero no tenía la menor idea de cómo hacerlo.
Tomé
la radio para pedir instrucciones.
—¡Ey! Ayuda, necesito ayuda. No sé manejar
esto. ¡¿Alguien me copia?!
Se
escuchó como si alguien estuviera agarrando la radio. La persona se acomodó, y
respiró una vez en la radio, de manera lenta y calmada.
—Todos
se van a morir.
Desperté.
Me
encontraba dentro del local; la persiana estaba cerrada.
Clara
miraba un reloj. Casi era mediodía. Había dormido hasta el final de la mañana.
Solo faltaban seis horas.
No hay comentarios :
Publicar un comentario