—Tenemos
que subir.
Todos
nos miramos.
Clay,
Clara, Croft y yo. Solo éramos nosotros; la habitación estaba a oscuras, y
frente a nosotros estaba la escalera que indicaba nuestro camino.
—Todo
esto es inevitable. Caemos en lo que se predijo una y otra vez —murmuró Clara, agazapada
en ella misma—. No quiero seguir
avanzando.
Pensé
en acercarme a ella, pero miré la escalera y luego a ella. Agarrándose las
piernas, bajando la cabeza. ¿Qué podía decirle? Yo, también, me había rendido
al destino. El abrelatas de Henry refulgía en la distancia, brillante, agarrado
con desesperada firmeza.
Me
giré hacia el resto, que me miraban en silencio. Sus rostros, manchas negras,
no me trasmitían nada. Nada estaba trasmitiéndome algo.
En
ecos, como difusos, llegaban sonidos del caos de afuera. Los pájaros cazando a
la multitud; sonidos de muerte y siega bajo la lluvia. Vaya juego les era todo.
Para
ellos todo estaba a su disposición. Mire hacia arriba, hacia el monstruo ahí
subido… Hacia los monstruos que estaban conduciéndolo todo… Actuando solo con
tal de destruir.
Y
quise llorar; llorar por lo que nos había pasado y lo que nos tocaba
experimentar. Por esa vida en la que estábamos. Pero no pude. Adelante. El
único camino que quedaba ahora era el adelante.
Decidí
acercarme a Clara, mientras Clay sacaba su pistola; él ya estaba decidido.
Solo
me paré frente a ella. Sin decir nada, sin hacer nada más. Como habiéndonos
comunicado, ella también se paró, eventualmente. Nuestras actitudes cambiaban
de un momento a otro, arrastradas. Yo me había resignado a este hecho también.
Apenas éramos un puñado de personas atrapadas en el gran esquema. No podían
esperarse más de nosotros. No éramos más que carne para el matadero.
Pero huir
no era una opción en ese momento. No había nada para nosotros afuera; la
salvación que tanto anhelábamos estaba siendo reducida a una mera idea por los
pájaros. Pero estábamos unidos tras haber pasado por la muerte juntos, más unidos
que el resto de la gente a la que podíamos acompañar afuera; extraños.
Volví
hasta a la entrada a la escalera, y empezamos la subida al techo.
No
habíamos perdido la voluntad de vivir. Cuando eso pasara, solo cuando
entregáramos eso, dejaríamos de ser personas y nos convertíamos en los números
que esos animales creían que éramos.
«Dios va a pasar sobre la Tierra. Pero no va a ser un castigo ni el día del juicio. Solo porque a Él
no le importan. No va a notar su presencia cuando aplaste el mundo; no va a oír
sus gritos, ni sus llantos, ni sus rezos».
Solo
números. Nada a lo que dedicarle un pensamiento.
(Faltaban
tres pisos hasta la cúpula de la terraza.)
Pero
no era así. Aun cuando no quedase nada
más… Aunque el siguiente paso fuera a hacernos caer, debíamos darlo. No me
vería reducido ni me vería degradado. No iba a ser un número. Moriría
recordando quien fui, y todo lo que hice, y recordaría a quienes fueron
conmigo. Sí, eso era… No iba a morir solo. La gente a mí alrededor me convertía
en más que un número.
Las
cosas cotidianas habían perdido su seguridad; ya no entendía donde estaba
parada la humanidad, ni la tierra, ni el sol, ni las estrellas, ni la luna, ni
el cielo ahí arriba. Todo era una confusa niebla negra, todos los valores se
habían dado vuelta. El único refugio era mi alrededor inmediato. Pero estaba
bien con eso. Ese alrededor, esa tierra material significaba más de lo que
nunca lo había hecho. Nunca había apreciado vivir cuando las cosas eran
normales.
Y miré
a mis compañeros una vez más; miré a Clay, yendo primero en la fila con el arma.
Miré a Clara, a quien sentía tan parecida. Mire a Croft, con quien me había
encontrado primero. Recordé a Jack, aunque su memoria hubiese sufrido algunas
manchas. Sí.
La
cúpula estaba justo adelante. Habíamos subido sin pausa, ignorando lo que
hubiera en cada piso.
—¿Vamos…
vamos a usar el abrelatas de nuevo? Las balas no sirvieron la última vez —dijo
Croft—. Dijo algo de que era una sombra de tres dimensiones…
Clara
tomó aire, sabiendo que la responsabilidad caía en ella.
—Sí —dijo—. Sí. Supongo que es lo lógico.
Ella se
adelantó a Clay y abrió el acceso a la cúpula en la terraza. La lluvia se había
vuelto torrencial durante nuestra subida; impactaba en la cara a través de las
aberturas que había en cada lado de la cúpula de vidrio.
La
criatura estaba en el otro extremo del lugar, quieta; su figura negra, alta y
delgada se recostaba contra un respaldo. Pareció girarse hacia nosotros, aunque
el movimiento era tan leve que era una impresión más que otra cosa.
Y
entonces comenzó. Fue muy rápido: En un segundo tuve que cerrar los ojos, donde
veía un túnel de luces en vez de negro. Tuve que cerrarlos de dolor por todas
las sensaciones que atacaban mi cabeza, asaltando como mil gritos y mil garras
arañando mi cerebro a la vez; como un chirrido constante; y mis ojos parecían
querer salir, querían un respiro frente a un continuo estallido de luces e
imágenes imprecisas.
VACÍO VACÍO VACÍO VACÍO se repetía, VACÍO VACÍO VACÍO VACÍO.
Era
como la comunicación que había tenido con el hombre de blanco… Pero las
imágenes eran enviadas para lastimar.
Y
cuando recuperé el entendimiento él estaba frente a nosotros, y acercaba su
rostro, y yo me veía sobrecogido. Pero ninguno retrocedía.
Volvete hacia el vacío.
No —me
quejaba.
vacío
No.
Y Clay
soltó una exclamación, y apuntó su arma, desesperado. No podía ver adónde
estaba cada uno, pero llegué a ver la punta del arma, extendida hacia adelante,
y llegué a recordar que era inútil. Pensé en decirle a Clay que se detuviera,
pero solo atine a pensarlo; y Clay disparó, entonces, y el disparo llegó y fue
inútil.
Volvete hacia el vacío.
Se
elevó otro grito entre la lluvia, que era como una cascada; vi fugazmente a
Clara, y la vi saltar sobre el demonio. Esos demonios… Eldritch.
Así
era como los había llamado el hombre de blanco… Sí.
Fue
como si mi mente estuviera tirante y la dejaran ir. Entonces comprendí que
Croft estaba justo a mi lado, quien había portado el abrelatas la última vez. Juntos
vimos como Clara saltaba sobre el monstruo sin cesar, y cortaba sin cesar;
cortaba y cada corte la sumía en vapor negro hasta que dio un paso atrás y vio
que ya no estaba atacando nada. La cúpula se había limpiado.
—Santo
y puto Dios —dejo escapar Clara;
su voz era un hilo.
Mientras
tanto, la lluvia caía, y caía…
>Clara: Revisar abajo.
No hay comentarios :
Publicar un comentario