domingo, 18 de mayo de 2014

Dos Noches de Verano — 25 — Intermedio

>Intermedio.

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>Registro.
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Así empieza el registro de nuestro universo. Un universo devorado. Escrito esperando que pueda llegar a alguien más.



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>¿Dónde?
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Sucedió en la Ciudad.
La Ciudad era más grande de lo que solía imaginarse. En realidad, nadie podía asegurar que tuviera límites, pues nadie los había visto.
En la Ciudad todos eran infelices. Las viejas instituciones estaban en ruinas; la educación había sido abandonada, todos los servicios habían sido privatizados y eran exclusivos. No había drogas, no había hilos de corrupción. Lo corrupto era la Ley, y las calles debían seguirla. La violencia reinaba; estar en la calle era convertirse en un blanco. Y la gente moría todos los días. Esto no llamaba la atención de la seguridad, que solo se preocupaba por regular a la población cuando les concernía.
Los edificios atravesaban el cielo; miles y miles de personas yacían encastradas en habitaciones diminutas, en edificios con cientos de cuartos como colmenas que cubrían todo con su sombra y con un cielo color gris debido a la contaminación. Edificios que eran ojos en todos lados. La Ciudad era un fracaso. Habíamos perdido el camino.
Nadie estaba esperándolo.
Nadie podía prevenir algo así, nadie pudo prepararse lo suficiente. Nuestros métodos para huir del dolor eran pobres; libros baratos, comida rápida. Eran cosas que uno tomaba por seguras y que podía esperar en el día siguiente…
Todo, todo eso dejó de tener significado, o solo no significo nada en el momento en el que todas las cosas debieron demostrar si lo hacían.



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>¿Quien?
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Walter Setxel corrió entre papeles revoloteando, corrió sobre charcos negros de mugre y suciedad. Corrió entre las calles de granito, derruidas, hacia la puerta diminuta de su edificio. No entró, sino que se metió en el ascensor exterior para subir hasta su piso. Empezó a elevarse en el armatoste oxidado, viendo a los edificios junto a él a medida que se elevaba. Sabía que no llegaría tan alto como para ver un techo. Sabía bien que sin importar cuanto subiera solo vería más ventanas.
Por fin llegó. Su departamento, pequeño y apretado, estaba a oscuras, y una parte del techo aun goteaba por la lluvia de la noche pasada. Se deshizo del bolso que llevaba en la espalda y se sentó inmediatamente frente a su cabina.
El evento ya había comenzado. Él no lo sabía.
Lo que sabía era que había habido escándalos en las oficinas de investigación… Esos edificios grises iguales al resto pero algo diferentes, los que tapaban el cielo como el resto pero no albergaban dormitorios.
Se decía que aquellos edificios de laboratorios, privados, llevaban las riendas de toda ciudad. Estar en esos edificios parecía ser el único trabajo real ahí, pero Walter no sabía nada de eso. Esperaba que su contacto pudiera decirle algo al respecto.
También había escuchado rumores de que había muchas personas abandonando la Ciudad últimamente. Eso era algo que podía investigar él, estando a nivel del suelo, pero había comenzado hace varias semanas y todavía no había echado mucha luz acerca de las supuestas Puertas y su paradero.
Pero había hecho avances. Walter lo sabía. Siempre permanecía en movimiento, mudándose de casa en casa para que las consolas fueran variadas. Las Puertas tenían que existir. Él sabía que debían estar más cerca de lo que pensaba.

Encendió la consola, y lo recibió esa vieja pantalla en negro. La computadora esperaba un comando.
Había una en cada casa. Venían incluidas, parte de las paredes, y nadie sabía de donde habían venido. La mayoría de la gente no sabía qué hacer con ellas. Pero se rumoreaba que eran obra de los edificios de investigación hace muchos años, antes de que la tecnología se hiciera más compleja y tuvieran que elevarse a los cielos. Walter sabía que ingresando los comandos correctos podían hacerse muchas cosas, y sabía uno o dos comandos.
Con el algoritmo correcto, por ejemplo, era posible contactar a otra terminal. Esto podía lograrse con un simple comando, >CONECTAR, pero la conexión era al azar. Todas las consolas tenían una compañera en alguna parte de la ciudad y uno no sabía con quién podría hablar. Esta red invisible y sin significado aparente estaba preconfigurada desde siempre, y era otra de las cosas que solo estaban ahí y la gente no intentaba explicar.
Walter, sin embargo, había aprendido el algoritmo, y podía volver a hablar con su contacto estuviera donde estuviera.
Su contacto no hablaba mucho de su propia vida, pero tenía mucha información para compartir. Por su parte, mostraba curiosidad por los detalles mundanos de la Ciudad, por la vida de Walter. Este sospechaba que su amigo venia de otro sector de la sociedad. Su contacto no parecía llevar una vida cotidiana, sino que vivía entre datos y números. Walter creía que venía de más arriba en las calles; en los edificios de investigación. Era la persona ideal a quien preguntar sobre los rumores.
Walter se acomodó en su silla, tecleó unos momentos e inició la conexión. Como siempre, no hubo un momento de espera. Su compañero siempre parecía estar ahí, sentando frente a la pantalla. Era todo lo que hacía. El comando había sido enviado. «>CONECTAR.»




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JD: Saludos.
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Walter se removió en su asiento. Las viejas siglas de JD. Cada computadora tenía dos siglas asignadas al azar. JD sabía que él estaba siempre en movimiento, así que habían acordado una contraseña para saber que eran ellos.
Walter presionó enter y mandó su mensaje con la contraseña. Sus siglas asignadas eran NS, al parecer.
Se recostó en su silla, y se preparó para hacer preguntas una vez más.

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JD: Esa es la contraseña. ¿Sos vos, Walter?
NS: Si. El cielo se vino abajo ayer, y la lluvia pareció amenazar con tirar abajo la ciudad. ¿La sentiste, J?
JD: Escuché la lluvia. Sí.
NS: ¿Solo la escuchaste?
JD: Sí...
NS: Em... Bueno.
NS: Entonces no voy a dar vueltas.
NS: Siempre tuve la duda. ¿Vivís ahí, no? Arriba en los edificios.
JD: Si.
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Walter sonrió. JD había respondido por primera vez. Ahora vendrían muchas más respuestas. JD sabía que ya no tenía caso ocultar cosas. Sobre ellos, mientras tanto, las nubes se congregaban… El evento estaba por alcanzar a Walter.



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>¿Dónde?
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¿Dónde? ¿Dónde había sucedido? En la ciudad, sí. Pero el evento tardó en alcanzar a todos; la ola tenía que expandirse.
JD estaba frente a su computadora cuando el Recibimiento lo alcanzó y lo convocó. Walter se encontraba saltando a la calle. La conversación se había vuelto demasiado seria y mantenerse en una sola computadora lo había puesto nervioso. Pretendía meterse en otra casa y continuar ahí, pero entonces lo alcanzó el evento. El Conocimiento les llegó a todas las personas.
De todas maneras, Walter había podido preguntar lo suficiente. JD le había otorgado la clarificación; el entender lo que estaba pasando.
Aunque el Recibimiento estaba por suceder, sus efectos iban a crear un axis que se sentiría en todas las direcciones del tiempo.
Por eso sus efectos habían estado siempre allí, aunque aún no había sucedido. Estos efectos pervirtieron todo, haciendo posible a la Ciudad en el momento de su creación. El evento se basaba en la Ciudad, pues ella era el comienzo y sería el fin. Debía ser un nido de suciedad eterno. La habían determinado para que se desarrollara de esa manera, y ahora iban a asegurarse de que fuera una mancha por siempre. Eso era la Ciudad.
Walter había leído los mensajes que aparecían en su monitor, las palabras que continuaban apareciendo pero que no parecían tener un sentido lógico. No podían ser comprendidas por alguien con el imaginario normal de la gente de las calles. Pero coincidían con las investigaciones de Walter, que siempre había querido saber más y había investigado acerca de las Puertas. Gracias a esto siguió leyendo, y pudo ir entendiendo lo que estaba pasando, entendiendo que la ciudad iba a servir como puerta para dejarle paso a una criatura de otro universo cuántico. JD le dio clarificación. Walter comprendió lo que estaba pasando, y conoció a los Eldritch.
Entonces llego el momento del recibimiento. Sucedió en la Ciudad. La Ciudad tembló.



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>El recibimiento.
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Todo había comenzado mucho antes. Walter no sabía esto cuando fue alcanzado. A kilómetros de distancia, a kilómetros de altura, JD tuvo que dejar su computadora. Ya no podía esperar a Walter, pues era llamado a asistir al Recibimiento. Igual que todos los científicos en las torres.
La ciencia había avanzado y lograba avances cada vez mayores; y lo que había comenzado en los suelos pronto tuvo que elevarse con las torres. Influenciados por los efectos del evento, los científicos trabajaban y la red de superfrecuencias continuaba mejorándose.
Todo esto surgió a partir del prototipo de red que fueron las consolas. Habían hecho a todo posible, aunque las hubieran dejado entre la suciedad de las calles; la tecnología previa no era más que basura, y esa solo había sido usada para probar que las cosas podían conectarse sin usar cables. Que todas las cosas podían tocarse a través de las superfrecuencias, autopistas de datos en vibraciones que no podían ser sentidas por humanos. Vibraciones cuya existencia solo era comprobada por computadoras.
Así fue que las investigaciones continuaron, y pasaron las generaciones, y la gente nacía en las torres hasta que terminaron olvidando que había algo en el mundo de abajo. JD era una de estas personas, uno de las multitudes de científicos que finalmente llegaron a perfeccionar a la red como una unión-colmena entre las mentes de todas las personas arriba y abajo. Esto paso sin el conocimiento de ningún ciudadano. Esto fue llamado la NET.
JD y los científicos no respondían a nadie, pero sus ideas venían de alguien más. En el fondo, el proyecto de la NET no era diferente a la creación de una gran consola, y los científicos habían sido los primeros en conectarse a ella. Así es que habían quedado vulnerables. Como todas las consolas, esta estaba esperando que alguien le introdujera un comando.
Los científicos eran los únicos que podían escuchar estos comandos que les decían qué hacer y hacia donde encaminarse. Estos comandos provenían de los Eldritch, que rugían por un acceso a aquel plano y rugían por devorar. Sus voces resonaban por toda la tierra, incluso en los niveles inferiores; las calles bajas, plagadas solo por gente en decadencia o unidades DELTA de control civil. Estos habitantes interpretaban estos mensajes como una sensación de malestar, y solo aquellos que nacían con gran alcance psíquico, con gran neuroplasticidad, podían ver algo más.
Walter era una de estas personas. Receptivo, escuchaba a las voces del apocalipsis como un susurro tenue, como mensajes subliminales que terminaron llevándolo a querer investigar. A dejar de estar sentado e intentar averiguar qué estaba pasando en la Ciudad. A buscar las Puertas con las que huir.
Así es que habían llamado a JD. Era momento del recibimiento.
Todo estaba en su lugar. JD preparó su torre, posicionada para coincidir con los flujos magnéticos de la tierra y entrelazarse con las superfrecuencias. Su torre estuvo preparada y en posición, como todas las demás. El algoritmo se introdujo. Un comando para el final.
>CONIUNGUNT.
El Eldritch Blanco vio las calles de la ciudad. Eran calles aun en forma, distintas a las que sus ojos estaban acostumbrados a ver. Pronto estarían también en ruinas. El Blanco pasó adentro y cruzo las Puertas… entonces fue cuando conocimiento colectivo les llego a todas las personas.
El mensaje, trasmitido a través de la NET, era claro; un saludo y un aviso. El tiempo de la Tierra se había acabado. Muchas personas en los niveles inferiores murieron al instante, sus corazones paralizados, sus almas llenas de terror. Walter palideció, y entendió que realmente se había acabado el tiempo. No dudó en saltar de su ventana y ponerse en marcha.



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>Las puertas.
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Parado frente a las puertas, Walter temblaba.
Paseando por las calles, pero flotando unos metros sobre ellas, paseaba el Blanco, sin dignarse a pisar. La abominación no podía ser vista directamente, pues los ojos son órganos incapaces de procesar estímulos que no corresponden a su dimensión. Era una sombra andante, una sombra blanca, una silueta que no llegaba a definirse.
Tiempo —murmuraba entre siseos—. Espacio. Ninguno encaja con mi forma… vengo de otro continuo y otras supercuerdas. Nosotros no somos de este sistema. —El monstruo explicaba, le hablaba a las mentes—. Somos de arriba de las estrellas. La ciudad estará desolada muy pronto… Su gloria fue violada desde la raíz, y chuparemos todo hasta que no tenga más potencial. Nuestro alcance no es limitado por el tiempo. Lo que podrían haber logrado, la sociedad que podrían haber construido ya no significa nada. Porque nuestro flujo cósmico es mayor que cualquier cosa en esta pequeña capa cuántica. Mayor que cualquier destino potencial… No importa cuánto se hayan esforzado las almas. La ola más grande lo barre con todo.
La ola más grande lo barre con todo.
JD, Jeremía Dogan, lloraba de alegría y se revolvía; su mente vacía ya. Todos los científicos habían perdido sus mentes cuando abrieron la puerta.
El discurso del Blanco seguía, y, con cada fluctuación demencial de su voz, lo correcto de la existencia se torcía un poco más. El ser blanco y sin forma reía, con su boca imposible de cien dientes, con su cuerpo de huesos que andaban. El discurso continuaba: pasó a describir a la Legión Blanca y a sus cuerpos de pesadilla y de mil formas que estarían por entrar. Sus hermanos Eldritch.
Nadie había podido prevenir algo así, nadie había podido prepararse lo suficiente.
Walter yacía frente a las puertas, temblando. Debía cruzar, pues yo lo esperaba adentro.
—El evento necesita dos procesos —le explicaría más tarde—. La clarificación y el Recibimiento. Uno implica el entender a los Eldritch. La mayoría de las personas lidiaron con ello cuando se envió ese mensaje en la NET, pero vos fuiste capaz de enterarte antes. El otro implica el lidiar con su llegada, permitir que los Eldritch pasen. Cuando estas dos cosas suceden… cuando ocurre un evento, que conecta dos universos… el universo tocado va a evolucionar. Eso, o la acción inversa. El vacío. Son dos resultados.
Cuando un evento sucede, cuando hay contacto con una civilización superior, ese universo da pie al transhumanismo. A una evolución. Esta puede tener lugar en cualquier momento del futuro, pero sus efectos suelen ser tan grandes que se sienten en el pasado.
Walter pudo sentir el transhumanismo antes de tiempo, y eso hizo posible que pudiera ver a la NET con sus propios ojos. Podía ver las superfrecuencias, y seguir el eco psíquico de la NET. Walter había seguido los mensajes del Blanco hasta su punto de origen… hasta las Puertas.
Este universo estaba condenado, pero Walter podía saltar más allá de la singularidad. Él era el único que podía hacerlo.
Walter cruzó. Allí lo aguardaba.
Detrás de las murallas, amplias en su abrazo gigante alrededor de la ciudad, se encontraban las maquinarias. Todo el engranaje que hacia posible la NET y a la Ciudad, la fuente de las consolas y de sus sucesores. El gran núcleo de todo y el resultado de la evolución de los humanos hasta ese momento. Era apropiado que esta tecnología fuera a facilitar la ascensión de uno de estos.
Walter estaba en el núcleo de las murallas. Entró, pisando por sobre el océano de cables, y vio el cuarto gigante que albergaba. Giró la cabeza y me vio a mí, sentado tranquilamente en mi silla de madera. Llevaba mi chaqueta negra de siempre y mi cuerpo se encontraba desgastado y viejo. Las computadoras habían sido parte de mi vida durante demasiado tiempo. Le dije mi nombre, le explique mi oficio como técnico de las Puertas. Pero yo quería revelarme contra mi trabajo. Quería guiarlo a él hacia el momento de la singularidad.

—Deberíamos cazar al monstruo —decía Walter—. S-Si lo matáramos, todo estaría bien… ¿no? Em, mirá, traje esto… —Removió entre sus ropas y me mostró un arma de fuego.
Mi mirada seguía inmutable y agotada.
—No podrías acercarte a él. Los Eldritch nacieron en las superfrecuencias, sabes. Su existencia no contemplaba lo físico, se movían entre vibraciones. Así era su tierra natal. Esta es solo una materialización de su forma, algo necesario para penetrar nuestro universo. Ellos planearon todo desde el futuro. Nos enviaron comandos con el fin de preparar este día, cuando los universos cuánticos se iban a superponerse y ellos podrían entrar. Pero esta forma fue tomada solo para la ocasión, y no podrías acercarte a él por más que tu capacidad mental sea buena. Sus verdaderas capacidades yacen en lo que no puede ser tocado, en lo que no puede ser visto. En lo que sucede en la cabeza… por encima, en las vibraciones. Morirías.
—¿Estás seguro…? No está haciendo nada a la gente ahora…
—Esto no va a seguir así para siempre. La vida pronto va a dejar de ser así, ‘normal’ –le dije, en respuesta a su pregunta—. Debemos tomar acción inmediatamente.
Walter asintió. Entendía lo que estaba en juego.

«Es el momento», dije entre quejidos. El contacto ya había sucedido, por lo que el mundo estaba listo para la evolución o para la extinción. Le habíamos abierto la puerta a predadores, a un  virus que se alimentaban de seres inferiores. El mundo no iba a tener el final feliz; el transhumanismo iba a terminarlo todo.
Pero Walter podía aspirar a algo más. El transhumanismo podía evolucionar al menos a una persona. Walter ya había sentido sus efectos, lo que garantizaba que iba a suceder.
El mundo macroscópico estaba predeterminado desde el inicio, sin excepciones.
Me había preparado para ayudarlo hacía mucho tiempo. Había preparado ropas especiales hechas de tecnología. Le otorgué el Traje Blanco, y le di entonces los botones rojos que lo completarían. Cada uno de ellos contenía dosis de conocimiento. Usando los botones le expliqué su posición, su lugar en el esquema de las cosas. Lo llevé hasta la Computadora central, y le dije el algoritmo usado para abrir una puerta más allá del universo.




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>Transhumanismo.
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Introduje el algoritmo metacuántico, y lo inserté en las superfrecuencias, con lo que lo aplicaría a Walter.
Ingresé el comando una vez más, >CONIUNGUNT. Los botones de información se cosieron en el Traje Blanco, esplendiendo radiación roja. Estaba hecho.
—Tenes que irte.
Walter me miró. Comprendía lo que tenía que hacer. No quedaba nada más en aquel lugar, y no tenía por qué quedarse. Estaba por cruzar el umbral del núcleo cuando se volvió una última vez.
«Te la entrego», me dijo. «Me queda una última bala. Queda una en la recamara». Solemne, pero con una sonrisa, acepté el arma.
Los Eldritch son figuras de muchas formas y manifestaciones. Existen en cada universo, diferentes en cada versión cuántica.
Podían existir como humanos, como lo que podría haber sido un humano. Pero a veces eran cosas completamente diferentes. Walter cruzó el umbral y salto, para seguir a cualquier Legión que pudiera salir, ya fuera esta Blanca, Negra o incorpórea por completo. Para intentarlo una, dos, mil veces. Walter desapareció, y yo cerré las puertas tras él.
Ahora estaba encerrado allí. La locura caminante andaba por las calles en ese mismo momento, pero poco importaba ya. La presencia de Walter se había ido de las superfrecuencias.
Desconecté el núcleo, apagando a la NET por completo. Ahora solo estábamos la oscuridad y yo. Oscuridad sin densidad. Vacío. Como el Vacío que se acercaba. Acariciando suavemente la pistola, dispuesto a usarla pronto, encendí mi consola…

Y comencé este último registro.

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