La
nube de aves rodeaba al helicóptero. La nave empezó a precipitarse contra el
suelo, y el impacto la convirtió en una bola de tierra y humo. Cientos de
pedazos de metal salieron volando, con varios restos del helicóptero cayendo
frente a nosotros. Otras personas nos rodeaban y miraban con asombro lo que
sucedía.
—¡En
el techo! ¿Qué es eso? —gritó alguien. Una silueta se encontraba sobre el techo
de la municipalidad, mirando el espectáculo calmadamente y gesticulando como un
loco.
Quedaban
tres helicópteros, y las aves empezaron a rodearlos también. Era difícil
distinguir su número, pues la luna estaba oculta y no había luces cerca. Un
grupo seguía rodeando el lugar del choque, mientras se escuchaban disparos viniendo
de él; los pilotos seguían con vida.
Antes
de que pudiéramos reaccionar, otro helicóptero se desplomó contra la tierra. Explotó
al contacto, creando una gran llamarada que ilumino todo el lugar por unos
segundos. Vi, con horror, como la cantidad de aves llegaba a bloquear el cielo.
La
silueta en el techo se movió y gritó algo. No pude entenderla, pero antes de
que pudiera preguntar sonó un disparo a mi derecha. Una de las personas de la
multitud llevaba un rifle y lo había apuntado contra la figura en el techo.
A
pesar de las llamas, la figura se mantenía indescriptible. Si las balas le habían
dado, no demostró daño alguno. Solo se volteó… y miró hacia nosotros.
Nos
llegó un murmullo desde su dirección, seguido por una risa fuerte. Entonces, la
nube de aves se rompió y comenzó a dirigirse hacia nosotros. Arriba, en el
cielo, un helicóptero seguía luchando por mantenerse en el aire, pero el otro ya
había decidido alejarse del lugar.
Las
personas no tardaron en ponerse a correr. Algunos, los pocos con armas,
disparaban a las aves, mientras que los otros volvían a sus autos. Las nubes
empezaron a hacer llover. Clara señalo la municipalidad y empezó a correr hacia
ella. Nick gritó que era una locura, pero la seguimos de todas formas.
El
edificio era grande, de una calle de largo y cuatro pisos de alto por lo menos.
Mientras nos acercábamos, miré hacía el techo y noté que detrás de la silueta
surgía una especie de cúpula. Corrimos hacia la entrada principal del lugar,
cubriéndonos en un segmento de columnas con techo que tenía la fachada. Una vez ahí dentro, las aves parecieron
ignorarnos.
—¡Entremos!
¡Antes de que se den cuenta de nosotros! —gritó Clay. Pasó un auto hacia los
helicópteros.
—No
voy a entrar ahí —dijo Nick—. Lo que sea que está en el techo no es humano.
—Si
subimos podemos alcanzar los helicópteros —dijo Clay—. Y al menos vamos a estar
seguros contra esas cosas. —Empezó a correr hacia la puerta.
—Tiene
razón —le dije a Nick, y empecé a seguir a Clay.
Pero
la puerta no abría. No era seguro salir a buscar una entrada entre los pájaros,
así que pensé en dispararle; pero había vaciado la pistola contra la cosa
vestida como militar. Clay sugirió entrar por las ventanas, pero notó que
tenían rejas. Se escuchó un rugido por donde había ido aquel auto. Nick y Clara
llegaron tras nosotros y simplemente decidieron derrumbar la puerta.
Al
final, la puerta cedió a sus empujones. Apenas tocó el suelo, entramos
corriendo.
La
poca luz de las ventanas nos mostraba una recepción destruida, con sillas y
muebles destrozados por todo el lugar y manchas de agua negra decorando las
paredes. Clara trató de encender las luces, pero el encendedor no servía de
nada.
Hubo
un momento de silencio hasta que Clay habló, sugiriendo lo que nadie quería
escuchar.
—Tenemos
que subir.
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