Esta
vez teníamos que alcanzarlos. A los helicópteros, las hélices que se escuchaban
a la distancia, la salvación que debía venir de un afuera en mejores
condiciones. Esta vez no podíamos dejarlos ir, esta vez no podíamos dejar que
algo pasara y volviéramos a estar encerrados en ese ambiente de la muerte.
Si
aparecían bestias, Clara las quitaría de en medio, o incluso nosotros podríamos
ayudar si nos atrevíamos a usar los otros abrelatas que habíamos encontrado.
Sin embargo, temía que no fueran a funcionar, lo temía en el fondo de mí ser. Pensé
en todo por lo que habíamos pasado hasta entonces. En Henry, que había traído
ese abrelatas; en su diario, en el hombre de blanco, en los Eldritch. Pero
Clay, Croft… ellos no habían visto al hombre de blanco y estos pensamientos no debían
pasar por sus cabezas. De hecho, Clay todavía no debía saber del agua negra y,
aunque habíamos pasado por muchas cosas extrañas, él podía seguir desconfiando
en las visiones al futuro de Henry.
Era
necesario que todos habláramos, y habláramos con la verdad. Pero urgencias más
inmediatas estaban frente a nosotros. Los helicópteros se mostraban ante
nosotros, como anzuelos casi, una vez más. Había decidido vivir, así que iba a
seguir adelante. Solo podía confiar en que las divergencias entre nuestro grupo
no nos costaran alto cuando llegase el momento.
Sumido
en estos pensamientos, mientras conducía, no me di cuenta de que todos estaban
en silencio; ninguno había dicho una palabra desde que Clara anuncio que eran
las diez de la noche. Había sido pronunciado que íbamos a morir ese día, y a
dos horas de que este terminase y con los helicópteros apareciendo así… temí
por un segundo que estuviéramos cometiendo un error.
Quizá
debíamos seguir el ejemplo de Henry e ir en contra de lo que estaba dicho…
revelarnos a este destino que aparecía arbitrariamente para que lo siguiéramos —y
quizá termináramos salvando nuestra vida así. Este flaqueo en mi determinación
me hizo girar la cabeza, buscando una señal que me guiase en los rostros de los
demás. La imagen no fue animadora.
Croft,
a mi lado, no mostraba ninguna emoción, con la mirada hacia la nada, hacia el vacío, distanciándose de forma
preocupante. Parecía no tener una opinión sobre lo que estaba pasando… siguiendo
adelante como resignado. No había hablado mucho con él desde que me había
encontrado con el hombre de blanco, así que mis impresiones podían ser erradas.
Pero yo sabía que el agua era negra, y que Croft había mentido respecto a eso.
Cuando habláramos, no debía seguir ocultándolo.
Miré
hacia Clay; él nunca había dejado de ser un extraño. Creí que habíamos llegado
a estar más juntos, pero luego de lo de la municipalidad… Se sentaba en el auto
como tratando de aislarse. Trate de convencerme de que solo estaba un poco ido
luego de haberse expuesto a la aparición en la cocina. Yo había esperado algo
así y había evitado mirarla fijamente mientras Clara se ocupaba de ella,
nuevamente.
Y
Clara, por su parte, parecía en shock, paralizada por todos los acontecimientos
pero con una gran responsabilidad sobre ella que no le permitía dejar de
moverse.
Ante
todo esto, resistiendo el impulso de sentirme derrotado y simplemente reducirme
en mi asiento, decidí que había que tomar una decisión... Y paré el auto.
—¿Qué
haces? —exclamó Clara—. ¡Los
helicópteros!
—¡Espera!
—balbuceé—. No... Eh, no sé cómo decir esto, pero... —Todos estaban mirando hacia mí—.
Creo... que no tenemos que seguirlos. Creo que vamos a morir si seguimos
avanzando.
—¿De
que estas hablando? —dijo Croft, con fastidio evidente.
—Bueno… —miré hacia Clara, buscando auxilio. Pero
esta vez no podía saber lo que pensaba, por supuesto—. Bueno, los helicópteros
van a atraer a otra gente, obviamente... Y Henry dijo que íbamos a morir en
medio de una congregación de los monstruos…
Eldritch, pensé para mí, así se llaman. Eldritch.
—¿Otra
vez con eso? —Se quejó Clay—.
¿Cuándo fue que todos empezamos a creer en ese tipo, che…?
Parecía
que iba a seguir hablando, pero decidí mostrar firmeza y salí del auto, dejando
el espacio del conductor vacío. Esto era de vida o muerte… Seguir a los
helicópteros podía ser el fin del camino y no iba a tomar ese riesgo. Clay bajo
también, dispuesto a hacer que su palabra fuera escuchada.
Sabía
lo que tenía que hacer. Permanecí en silencio, dejé que se acercara, y salté
sobre él.
Ambos
caímos al suelo, rodando por el asfalto, y aproveché el momento para tomar algo
bajo sus ropas. Clay trató de evitar que me levantara con un tirón violento de
mi camisa, pero solo tuve que mostrarle el arma para hacer que se quedase
quieto.
Había
tomado su pistola, y empecé a alejarme despacio sin dejar de apuntar. Tenía que
hacerles entender que no estaba jodiendo…
Me di
cuenta de que Clara y Croft también habían bajado del auto. ¿Pero dónde
estaban...? Por detrás. Detrás, pensé, demasiado tarde, cuando Croft saltó para
hacerme bajar las manos y Clara arremetió por detrás. Llevaba su abrelatas.
Corto por debajo de mis costillas, a través de la ropa. Pero lo sentí, deje
caer el arma y caí al suelo yo.
Seguía
entero. El abrelatas no me había hecho nada. No era una sombra. No era una
abominación. Pero pensar en este alivio no cambiaba el hecho de que podía ver
confusión en el rostro de Croft y decepción en el de Clara.
Clay
ya se había levantado. Lo había atacado... Pero no me sentía en falta. Si
íbamos a seguir juntos, morir juntos, yo solo actuaba por lo que creía que era
lo mejor para nosotros.
En ese
instante habían logrado ver cuánto creía en mi opinión, y ellos tampoco miraban
con tan buenos ojos a la promesa de los helicópteros con el nuevo día estando
tan cerca. Era momento de que nos saliéramos del camino. Le di su arma a Clay.
Tomamos
un nuevo camino, y encaminé el auto en dirección opuesta adonde estábamos
yendo. El viaje fue corto, pero silencioso y cargado. Viajábamos bajo unas
nubes más negras de lo normal; nubes que habían cesado de llover pero prometían
reiniciar sus actividades en cualquier momento. Solo conduje un par de cuadras,
hasta que vi una estación de servicio muy parecida a aquella donde me había
refugiado cuando los Eldritch aparecieron por primera vez.
La
sucursal estaba vacía, pero no fuimos allí. Nos dirigimos en cambio a una casa
enfrente, otro hogar con dos plantas en el que podríamos pensar. Sin embargo,
este no estuvo vacío. Oímos los movimientos desde la distancia, al acercarnos a
la puerta, e intercambiamos miradas.
Decidimos
entrar a la fuerza de todas maneras. Porque necesitábamos entrar, y porque
podíamos dialogar con quien estuviera adentro. Después de todo, así nos
habíamos conocido nosotros. Pero no fue como lo planeamos.
La mujer
que estaba adentro nos estaba esperando. Giramos la perilla de la puerta, que
estaba sin llave como invitándonos; la figura de pelo largo ya nos apuntaba
cuando abrimos y nos encontramos con la dama y su ballesta. No hubo tiempo para
sorprenderse, mientras su dedo se cerraba en torno al gatillo; Clay se cubrió hacia
abajo, sacó su arma y disparo. La flecha voló sin lograr darle a nadie y la
bala de Clay impacto justo en el blanco.
Ese no
era un Eldritch, como las personas que habían intentado robarnos antes. La
violencia parecía siempre más desgarradora en estos casos. La puntería de Clay
había sido trágicamente certera, y ahora una mujer yacía muerta por su mano.
Todos permanecimos paralizados unos momentos, intentando entender aquello que
había pasado en apenas unos segundos. Pronto Clay dejo ir una gran bocanada de
aire, y entró a la casa. Lo seguimos. Pasamos por sobre el cadáver y temí que
pudiera convertirse en un monstruo de un momento a otro, pero no fue así.
La
casa tenia al living cerca de la entrada, con un ventanal cubriendo la pared
junto a la puerta. En el frente contaba con una cocina, a un lado estaba la
salida a un patio y del otro había escaleras al segundo piso. De nuevo
concentrado en la realidad, cerré las cortinas sobre los ventanales para que
pudiéramos centrarnos y, antes de hacer nada más, le eché otro vistazo al
cuerpo de aquella mujer con ballesta. No podíamos dejarlo ahí. Le pedí ayuda a
Croft con una mirada rápida, y la sacamos de la casa. Pensamos en quedarnos con
el arco, pero no había más flechas a la vista aparte de la que había disparado
contra nosotros. Mientras volvíamos a entrar, Clara bajaba del segundo piso
luego de una inspección rápida. Se detuvo en medio de las ruidosas, rechinantes
escaleras. Se veía pálida. Se tomó la cara, mareada, y pareció amagar con
vomitar, aunque lo soporto.
—¿Eh...? —Le pregunto Clay—. ¿Qué viste arriba?
—Era...
Era una nena. —Clara miró hacia
nosotros, parados junto a la puerta, por donde habíamos llevado a la mujer—.
Debía ser su hija... Estaba tirada sobre una cama. Tenía la mitad del cuerpo
brotado… tipo, deforme e inflamado con esa cosa negra. La madre debe haber
tenido que matarla...
—¿Se
habría infectado con el líquido negro? —Murmuró
Clay, rascándose la nuca, indispuesto ante la imagen—. ¿Habrá entrado un
deforme?
Croft
parecía verse ansioso.
—Pudo
haber sido eso… o el líquido pudo haber salido por la corriente de agua —dijo—.
Lo negro no había llegado a la otra casa donde estuvimos, pero el agua de las
canillas sí está saliendo negra. Justo... como dijo Henry que iba a pasar.
◘◘◘◘◘
Nos
reunimos todos alrededor de la mesa de la cocina de la casa; la presencia del
cuerpo de la nena estaba temporalmente fuera de nuestras mentes.
—“Como
dijo Henry”… —susurró Clay—.
Entonces, ¿él tenía razón? —Pareció
pensar un momento—. ¿Vamos… a morir hoy?
Clara
bajó la mirada ante esto.
—Confió
en que podemos vivir —murmuré—. Confió en que podemos seguir por nuestros
propios medios.
—¿Qué
viste, Nick? —Me pregunto Clara,
serena, aun con la cabeza baja—. Cuando tuviste que irte antes de llegar a
ese edificio... Volviste creyendo en las palabras de Henry.
—Vi a
Jack.
Mis
palabras hicieron eco en la oscuridad silenciosa. Todos me escucharon con
atención. Conté quién era Jack, pues solo Croft lo había conocido; conté cómo
lo había seguido por las calles pero había resultado no ser él. Era ese hombre
de blanco; ese hombre a quien no podía mirar de frente así como no podía mirar
al círculo de la cocina.
—Esa…
cosa me mostro imágenes, cosas
horribles que pueden llegar a ser los Eldritch… Me dijo que se llamaban así,
además… —Mi narración variaba de
tono y velocidad, mientras racionalizaba y trataba de darle un orden por
primera vez a los hechos que hasta entonces había tratado de ignorar en mi
cabeza—. Me mostro a los Eldritch, me los mostro como un espejo. De nosotros.
Creo que son invasores… Como un virus. No son de acá.
Todos
me miraban en silencio.
Clay
pareció intentar hablar, aunque su voz lo sorprendió siendo deshilvanada.
Carraspeó, y lo intento de nuevo.
—Em,
entonces, este líquido negro... es malo. No es de acá. Guau, esa mierda ya era
obvia.
Clara
suspiró.
—Hablamos
con las sombras. Nos comunicamos con esas cosas. Podemos no entender qué
convierte a la gente en monstruos, Eldritch, o cómo sea, ni entendamos nada de
ellas. Pero hablamos con los seres… les dejamos claro que no vamos a
resignarnos.
—Así
que no podemos hacer eso. —dije.
—Sí
—dijo Clara. Entonces miró a Clay—. Hay algo que quería preguntarte. ¿Qué quiso
decir esa sombra… la que llevaba el uniforme militar?
—¿Eh?
—preguntó Clay—. ¿Cuándo? —Clara parecía algo incomoda.
—Cuando
te hablo de cerca… Cuando dijo que en la ciudad era como una droga, o… o algo
así.
—No
estoy seguro. Es algo que empecé a pensar desde que llegué a la Ciudad; que
todo era muy perfecto, como que era raro —dijo Clay—. Era… como si la sombra
hubiera leído mi mente.
—A mí
también me dijo algo raro —dije, haciendo memoria—. Solamente debía tratar de
inquietarnos.
—Sí
—dijo Clara—. Debió ser eso. Yo viví acá toda mi vida sin notar nada raro.
—Bueno,
¿qué hacemos ahora? —preguntó Croft—. ¿Qué nos queda por hacer?
—Salgamos
de la ciudad —propuso Clara—.
Llegamos a la zona norte, estamos cerca de la frontera —Pareció dudar, temer
haber sido demasiado audaz—. Digo, supongo…
—¡Sí! —apoyó Clay—. Es buena idea. Yo llegue
a La Ciudad hace poco. Las puertas no están lejos.
—Y más
adelante, la carretera —dije.
—¿Y creen
que eso sea mejor que estar en la Ciudad? —dijo Croft—. Por más que acá no haya
rescate, bueno…
Lo
miramos unos momentos.
Clara
levantó la vista hacia el segundo piso, donde estaba esa nena.
—Croft,
yo no puedo seguir acá —dijo Clara—. Es… algo que decidí, pero voy a irme de
este lugar. Este lugar está podrido. —La
fuerza en su voz pareció bajar en las últimas palabras.
Croft solo
miraba, mudo. Yo rompí el silencio.
—Eh...
Como hablamos en la otra casa, ¿vamos a pasar la noche acá? Digo, la nena, eh, bueno…
Clay
parecía estar por opinar algo, pero un trueno interrumpió su línea de
pensamiento. El viento había corrido las cortinas y todos podíamos mirar hacia
afuera.
Negro.
Llovía negro. La sustancia maldita caía como inocente, natural, sin pausa, en
un leve murmullo. La lluvia levanto una espesa niebla negra que cubrió la casa,
dejándonos en un oasis en medio de la oscuridad. Fue como si todas las ventanas
se hubieran polarizado a la vez. Por las ventanas, un perfecto negro. Y el
sonido del caer de las gotas.
Ninguno
abrió la boca.
Viendo
este espectáculo impío, pasó el día. Agujas cruzaron el doce, y por un momento
nos sentimos solos en el mundo, sin nada más por lo que preocuparnos, perdidos
en esa oscuridad perfecta y su murmullo tranquilo.
Fue un
leve momento, de pronto fin. Ahora solo necesitábamos hacer un último trecho. Hasta
las puertas de la ciudad. Las Puertas.
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