viernes, 7 de junio de 2019

Gamma — 13 — Cristina

-Entonces, jueza mía, ¿qué haremos? -pregunto el bufón cuando entro de aparcar la mula. Al mismo tiempo, el príncipe salió de la habitación hacia el cuarto del cual se apropió. Estaba claro que no le agradábamos ni yo ni en especial el bufón, y el sentimiento era reciproco. Estar junto a él era, por así decirlo, como respirar al lado de un fumador.
-¿Hacer sobre... que? -dije revisando lo que había escrito en la libreta celeste. En esta tenía más que nada apuntes sobre asuntos legales, pero había empezado a escribir detalles sobre los acontecimientos recientes al reverso, solo por si acaso.
-Eeeeh, es una buena pregunta, -dijo acercándose a la puerta que llevaba a las habitaciones. Se detuvo a escuchar un momento, y luego se devolvió. - Sobre el verdugo, las máquinas, eso sobre la serpiente, y como no, el otro caballero con la chica esa.
-La chica...
-¿Ah?
Suspire. Tiré la libreta sobre la mesa, y me refregué la cara. Una cosa era el caballero, pero el verdugo, y ahora esa chica y algo sobre una serpiente, todo era demasiado. Los ojos me pesaban, pero aun no sentía que fuera prudente dormir, no con tanto en la cabeza.
-Un té. Eso es lo que hare, -dije levantándome. Tomaría un té y luego me iría a dormir.
-Puedo hacerlo yo si quiere.
-Me quedare dormida en el sillón si sigo sentada, lo hare yo, -le dije pasando a un lado de él. Entre a la cocina a encender la luz, y busque una tetera. - Dime, ¿fue lo que dijiste todo lo que ocurrió, u omitiste información para que no oyera el príncipe?
-Es casi todo lo que dijo, aunque muy resumido. Ese sujeto debió haber sido político en su vida pasada; mucha charla, poca sustancia. Repetía las mismas oraciones y símiles al hacerle preguntas.
Los mismos símiles. Extraño.
Trajinando di con una tetera vieja. La enjuague por dentro un poco, y luego la puse al fuego con agua suficiente para mí. Aquel hombre, político o no, por lo menos nos había dejado un buen lugar para dormir. Quizás demasiado bueno, para unos meros extraños.
-¿Que fue eso de la serpiente? Entiendo lo del verdugo y las maquinas, pero no lo de la serpiente. ¿Qué es?
-Al principio me tomo por sorpresa, me pase muchas ideas, pero--
-Espera, espera. ¿Dónde quedo él te?
El bufón se quedó callado un momento, y miro hacia los lados.
-Se quedó en el camello allá arriba.
Ah, excelente. Suspire.
-¡Pero no se alarme, Jueza mía! Pasamos por muchas abarroterías. Puede conocer él te de la zona, -dijo riendo.
Sí, claro, él te de "la zona". Sinceramente no sabía que esperar, porque nada aquí abajo parecía bueno. Mire las frutas que adornaban la cocina, lo único que había visto hasta ahora que pudiera ser comestible, y no me daban esperanzas. Se veían perfectas como de anuncio, sí, pero aun así no provocaban apetito alguno a pesar de que no había comido hace varias horas. Toda la ciudad parecía así de irreal, de hecho. Hasta acá, la moral la gente era casi uniformemente neutra, y así como había casas nuevas había escombros de edificios pasados. Tampoco había visto plantas. Nada de eso me daba buena espina, pero tampoco tenía opción si quería una taza de té, o comer. Las raciones que trajimos habían sido justas. Según cuanto nos demoremos, quizás no saldríamos del desierto si solo nos comíamos lo nuestro.
-Bufón, ya que conoces un poco sobre este lugar, ¿qué moneda usan? -dije pensando salir.
-Cualquier cosa que brille o que tenga valor practico. No es que les importe formar un gobierno, así que no acuñan moneda.
-¿Me servirán las del imperio?
-Si esta limpias, claro. Hasta una tuerca le serviría.
Por lo menos no habría problema en ese sentido.
Fui a tomar algunas monedas de mi bolso, y salí a buscar te, dejando al bufón al cuidado de la casa. Se había ofrecido a ir el a comprar, pero enviar al bufón a comprar comida era como mandar a un ciego a comprar pintura; lo único seguro era una sorpresa. Había viento en la ciudad a pesar de estar bajo techo, y el aire era fresco, aunque no tan helado como afuera en el desierto. Me puse de todas formas la capucha del abrigo, y camine cuesta abajo a ver si encontraba algo. Hacia lo que supuse era el centro las casas estaban casi una encima de la otra. Las calles estaban a veces vacías, a veces repletas de gente, pero lo que más note es que nadie parecía mirarme al pasar. Los costuristas de la corte se esmeraban en hacer las ropas de jueces lo más llamativas posibles, no entiendo aun por qué motivo, así que pasar desapercibido en ellas era prácticamente imposible, llevara o no este abrigo encima. Descarté el que estas personas no pudieran ver colores, y supuse que quizás no les importaba. Y fue pasando frente a una verdulería, que finalmente note que la comida acá no tenía olor alguno.
Lo peor de todo esto es que el bufón aun no me había explicado exactamente que era esta ciudad, para variar. Todo lo que sabía fue lo que me pudo decir cuando nos escondíamos del caballero esqueleto tras la entrada.
"Esta es Banshala, ciudad de muertos. Cielo negro y sin estrellas, refugio teñido con el naranjo del tungsteno. Arca de los fantasmas que naufragaron en el rio a la otra vida. Aquí es donde llegan las almas que perdieron su rumbo en algún punto," me había dicho en voz baja cuando aquella mujer aun seguía viva. "O eso contaba el pretensioso de Piwi González en su libro de 101 Lugares que Ver a pesar de nunca haber puesto un pie acá. La verdad es que la ciudad es tan vieja que nadie sabe de dónde vino. Hasta los documentos más antiguos solo especulan."
Todo eso solo me dejaba con más dudas.
Pasé un tiempo deambulando por las calles antes de que se me ocurriera pedirle direcciones a alguien. No había pensado que esta gente era, bueno, gente. Los habitantes resultaron ser de hecho muy amables, no parecían tener problemas en dejar lo que hacían para darme instrucciones. Llegué pronto a un mercado con mucha actividad para esta hora, y encontré una tienda de té. Vendían las hojas sueltas, pero extrañamente también tenían te del imperio. No pregunte como era eso posible, pero no quería sorpresas "de la zona" así que pedí una caja pequeña de Colette Caravan. Ya que hacia frio aquí abajo, que mejor sería un té de una tierra fría.
Tomé algunas monedas de 1 serie y se las mostré a la vendedora, preguntándole si me alcanzaba con eso. La mujer escabullo para tomar la más brillante, y me dio de cambio una puñalada de monedas y objetos varios, incluyendo una desgastada moneda de 500 series del previo emperador, un clip en perfecto estado, y un pedazo de plástico con pintura dorada, muy manoseada. Le di las gracias a pesar de que no entendí el cambio que hizo, y volví de hacer la compra más confusa de mi vida. A pesar de que volví con él te y más dinero que con el que había salido, no pude evitar preguntarme si realmente había ganado algo.
Todas aquellas dudas se esfumaron, cuando casi llegando a la casa, dos hombres se cruzaron en mi camino cargando un cuerpo que no tarde en reconocer. Traían colgando entre los dos a la mujer que sirvió de sacrificio, pálida e inmóvil.
-Ustedes... -dije luego que me pasaran. Los dos se detuvieron a mirarme, con una sonrisa perpetua, como si hubieran encontrado un tesoro.- ¿Que están haciendo? -Se miraron entre ellos.
-Esta chica fue un sacrificio, fue traicionada, -dijo uno, con algo de risa entre sus palabras.
-Una horrible forma de morir, sí.
-La llevamos a un lugar mejor. La muerte no tiene por qué ser una tragedia.
Los dos hombres esperaron un momento a ver si necesitaba algo más, y luego continuaron su camino, llevándose a la mujer que aun tenía los ojos abiertos y su cuello doblado.

El bufón me recibió al entrar con una sonrisa. "Jueza mía, adivine como se le llama a la fruta que viene de Banshala," me dijo refiriéndose a la de la cocina, pero le dije que ya lo había deducido en el camino. Trate de quitarme la imagen de aquella mujer de la mente mientras iba a la cocina, razonando, que había resultado ser lo correcto. El bufón pareció decepcionarse por no poder compartir su supuesto ingenio, pero entonces recordó que éramos más de dos ahora. Ojalá el príncipe me perdone cuando mañana el bufón vaya a molestarlo.
-Espero que sepas que tengo muchas preguntas, y solo la energía suficiente para una taza, -dije mientras me servía. El olor ahumado del té se empezó a sentir, el primer olor bueno desde que entre a la ciudad.- Primero que nada, ¿qué es la Serpiente?
-Es el segundo caballero, -me dijo sin rodeos. Quizás por lo repentino, o por el cansancio, me tomo un poco de esfuerzo hacer la asociación.
-Pensé que ese era otro caballero esqueleto.
-Lo es.
-¿...Es una serpiente esqueleto? -pregunte. El bufón solo rio, y levanto los hombros.
-No lo sé, -me respondió, pero no dije nada. Era culpa mía por hacer preguntas tontas.
-Más importante, ¿qué significa eso de Serpiente?
El bufón se quedó pensando en silencio durante unos largos segundos, y no hizo más que mover la cabeza.
-Pues tampoco lo sé. Las serpientes representan muchas cosas, y son un logotipo muy usado. No tengo idea de que puede significar en este contexto, excepto que debe ser algo muy malo. Las serpientes casi siempre son malas noticias.
A esta altura, que más podía esperar.
-El caballero que vimos, ¿es una "Serpiente" también?
-El hombre no lo menciono. Ni siquiera sé si lo habrá visto entrar con esa chica, pero es posible si son ambos iguales.
-Y entonces, aquel Verdugo... ¿porque esta aquí?
-¿Cómo se lo explico? -dijo reclinándose sobre el horno aún caliente.- Tendría que darle una lectura sobre la larga muy larga relación entre Banshala y el imperio, pero no creo que su taza aguante tanto. El meollo, es que en Banshala hay un arma que el imperio perdió hace siglos, y la quieren de vuelta.
-Habías mencionado esa arma poco antes que el caballero llegara a la puerta. ¿Qué es?
-Oh, es terrible. Es un núcleo demonio y un Brahmastra. Muy escalofriante. ¿No prefiere saber sobre los procesos fúnebres de acá? Son más felices.
-No. ¿Que son esas cosas, y que tan escalofriantes son?
-¿Que tanto? Digamos... que en una escala del 0 al 10, en que 10 es el Nuevo Milenio, alcanzan un 2. Debe ser la tercera o cuarta peor arma que existe. Respecto a lo que hacen, se supone que el núcleo destruye todo su entorno, y el Brahmastra es una lanza imparable. Juntos, pueden atravesar montañas, partir los mares, volver las playas de arena en cristal. El núcleo aniquila toda la vida que hay y que habrá durante siglos, razón por la cual, el imperio la almacenaba en Banshala. Por si acaso.
-Entiendo, -dije soplando él te, mientras el bufón esperaba en silencio más preguntas.- ¿Como la usaban si el núcleo destruye todo? -se me ocurrió preguntar.
-De hecho, nunca la usaron. La tuvieron por 200 años, y ni siquiera amenazaron con ella... lo cual es entendible por las mismas razones que uno no lleva un cañón a una pelea de bar. Seria desmedido.
-Es demasiado terrible para usarla.
-En efecto. No exagero al decir que lo destruye todo. Solo mirar el arma la mataría a usted y a mí al instante. No me pregunte como alguien puede usarla, debe ser un secreto... O quizás nadie lo sabe y por eso no la usaban.
-¿Podría ser que mandaron al Verdugo solo para que nadie más la obtenga?
-Es probable, pero no puedo asegurar nada. Los intereses han cambiado con los siglos, y el imperio... En ese entonces, los emperadores no se inclinaban ante un consejo.
-Entiendo.
Empecé a beber mientras el bufón daba una vuelta por la cocina. Había mucha información que rumiar, y muy poco tiempo, pero el viaje por el desierto ya había sido agotador antes de tener que vigilar a un príncipe armado, y esto deberá esperar hasta mañana.
-¿Pero sabe? A pesar de todo, diría que es un alivio el que el imperio haya actuado rápido y enviado al Verdugo, -dijo repentinamente el bufón, una de sus numerosas opiniones controversiales, pero bien pensadas.- El señor que nos trajo dijo que el caballero siseante hizo aparecer la ciudad, la forzó a permanecer en la superficie. Si es así, debería tranquilizarnos el que el Verdugo este haciendo guardia. Al parecer, ni ellos saben entrar.
-Sí, ¿pero y después?
-¿Si el imperio la recupera? No sé. Puede ser igual de terrible, o quizás el consejo no haga más que hacer anuncios y mandar fotos a los periódicos, por lo menos puede haber un después, -dijo. Me quede pensando, si es que habrá algo hoy en día que amerite que el imperio use esa arma. Ya es la mayor potencia mundial, después de todo...
-Puede ser. Gracias.
Terminé de beber él te, y me fui directo a la cama, mientras el bufón se encargaba del camello que se quedó en la entrada. "Saldré a investigar y le tendré un reporte en la mañana," dijo, además, pero para entonces ya había avistado mi cama.

Despertar fue difícil. No solo estaba la ciudad bajo techo, la única luz era la de los faroles allá afuera que colgaban del techo, y a pesar de que se habían encendido todos, no se podían asemejar a la luz del sol. Miré mi reloj para confirmar que fuera de madrugada, y salí al salón luego de ponerme el traje de jueza. Considere que, ya que no estaba técnicamente trabajando, podía ponerme ropa normal, pero para entonces ya estaba en la cocina hirviendo agua, y no tenía intenciones de devolverme. Note que el bufón había traído una bolsa con pan durante la noche. "Que considerado," pensé, pero no sabía si no había traído también algo para acompañarlo por mis comentarios sobre la posible comida de acá, o porque se olvidó que los humanos usualmente comen pan con algo más. No importaba, había encontrado frascos de mermelada ayer cuando buscaba la tetera. Iba a arriesgarme.
El bufón se apareció mientras desayunaba un desayuno que era... era algo, ciertamente. Textura sin sabor, específicamente. Como sea. El bufón me conto que en la noche había regresado a buscar la maleta que se quedó con el camello, y que lo envió solo con el gorro hacia Gentium, para que no nos cobraran por pasarnos de los días que lo arrendamos. Dice que lo logro abriendo la puerta sin salir y llamando al camello, menos mal que no lo amarramos. Después de dejar la maleta acá salió a preguntar, pero repentinamente todos se habían ido a dormir y Banshala se convirtió en un verdadero pueblo fantasma. Paso horas buscando el mausoleo, pero no dio con nada así que se fue a la biblioteca pública y forzó la puerta para buscar información, pero se distrajo y termino leyendo una serie de libros para niños sobre un joven niño Rey que vivía solo en un pueblo fantasma, y que un día encontró a una niña que por lógica se volvió la Reina y... "No le cuento que pasa, pero la serie es muy buena," dijo mientras terminaba.
-En resumen, no descubriste nada.
-Al contrario, según el penúltimo libro, el Mausoleo que contiene el arma está oculto bajo el mismo hechizo que la ciudad, -dijo mientras tomaba un sorbo de té, y me detuve a mirarlo.- Y para ver a través del hechizo, debe saber dónde está. Lamentablemente, el libro asumía que el lector ya sabía esa información, así que se puede decir que quede en las mismas, -dijo levantando los hombros. Exhale lentamente sobre la taza y la termine.
-Algo es algo.
-Pero eso no es todo. Cuando volvía, la gente ya había despertando, pero por más que intente... déjeme eso a mí, -dijo llevándose la loza a la cocina.- Por más que intente, nadie largo ninguna información. Ni sobre el Mausoleo, ni el caballero, ni la culebra, pero creo que todos saben.
-¿No quieren hablar?
-Así es. Lamentablemente, no son personas normales, así que no sé cómo convencerlos... A pesar de que viven, parecen solo seguir la rutina de una vida pasada.
-Entiendo. ¿No encontraste al hombre de ayer?
-No, pero estuve pensando--
Oímos abrirse la puerta de la habitación, y el bufón se quedó callado lavando platos mientras que el príncipe llegaba. Yo tomé mi libreta roja que tenía cerca y pretendí leerla mientras el príncipe hacia preguntas. Al final se fue, no sin antes dejarle al bufón aceite para que fuera a comprar comida mientras salía a buscar al Verdugo. El bufón termino de lavar, y se me acerco.
-¿No deberíamos decirle la triste verdad?
-Déjalo. Si el príncipe encuentra al caballero y a la chica, puede que los mate antes que podamos hacer preguntas. Y no es que podamos hacer algo respecto al Verdugo de todas formas.
-Yo me refería al tema del dinero, pero también tiene razón. Aunque es extraño, el hombre de ayer juraba que si podíamos.
-¿Qué fue lo que pensaste?
-¿Eh? Oh, que, si la culebra estuviera buscando el arma, probablemente ya la tendría. No tuvo problema en encontrar Banshala.
Una Serpiente. ¿Qué demonios era una Serpiente?
-No podemos asumir. Ya, suficiente. Dediquémonos a lo que vinimos, -dije golpeando las palmas y levantándome.- Chica y caballero. Deben estar buscando el mausoleo.
-Como diga.
El bufón fue a dejarle comida a la mula, y yo fui a buscar algo de dinero apto para este lugar. Salimos a la calle con el bufón, y decidimos dividirnos.
-Tu ve al mercado a preguntar y a comprar comida. Yo iré hacia el centro a ver que encuentro. Nos reunimos a las 12.
-¿Esta segura?
-Si. La comida no tiene sabor alguno así que da lo mismo lo que compres.
-Me refería a lo de ir al centro. Está en pendiente, y no es por nada Jueza mía, pero el peso de los años es una cosa terrible.

Llegue caminando hasta una librería cerca del centro, que más que centro, parecía ser la punta de la ciudad donde la pared de la montaña impedía seguir construyendo. Las casas estaban casi una encima de otra, las calles se hacían estrechas, y en algunas los techos estaban tan juntos que casi no dejaban pasar la luz de los faroles. Aun así, todo estaba inesperadamente limpio, y no sentía peligro alguno al andar. Era mucho mejor que en la capital, incluso, pero obviamente todo se debía a la peculiar psicología de la gente que aquí habitaba, sin gobierno ni autoridad. Entre a la librería, y le pregunte al cajero si tenía un mapa de la ciudad y algún libro de historia. Este se fue a buscar a otro cuarto, y mientras esperaba yo me apoye en el mostrador a descansar. "Tonto bufón, estoy en perfecto estado físico." Ahora que lo había demostrado, pensaba sentarme y no moverme más.
-Aquí esta, señora, -dijo el cajero dejando ambas cosas sobre el mostrador. En frente mío había un mapa doblado de la ciudad, y el libro "Historia de la Infamia - Vida en la Ciudad de Banshala", escrito por Ion Osé e ilustraciones por Nyel Zave, NINL 9783433023556. Yo saque mi colección de monedas bonitas y se las presente al señor. El vendedor saco tres, y me devolvió otra cantidad de objetos diversos de confuso valor. Le di las gracias y fui a sentarme en el área de lectura que tenían. Desdoblé el mapa enorme, y empecé a buscar.
No me tomo mucho identificar donde estaba, ni donde estaban la casa, la salida al exterior, y hasta el mercado. En el mapa, la ciudad no parecía ser tan grande, y quizás no lo sea realmente, era solo la pendiente la que enlentecía el paso. Pero a pesar del tamaño reducido y de su alto detalle y bizarras descripciones turísticas, no logre encontrar la palabra Mausoleo en ningún lado. Me levante a preguntarle al cajero, y este señalo el centro donde acababa la ciudad. "Pilar Cubista", decía simplemente, una especie de monumento a la guerra. Le agradecí y salí a buscar el lugar. No aburriré con detalles, pero efectivamente, había un pilar cubista en el centro de la plaza, y ese aparentemente era un Mausoleo, y de hecho todo lo que había de interés. Empecé a preguntar por el Mausoleo 'con el arma', pero esperablemente, mis intentos terminaron en nada. Me senté en una banca a ojear el libro buscando algo sobre el Mausoleo, pero luego de quince minutos quedé en la misma situación. ¿Cómo no iba a estar en un libro de historia? Si el bufón había encontrado una pista en un libro para niños, ¿significaba que era errónea, o que este libro de historia era falso?
Y entonces me pregunte porque un mapa de una ciudad aislada tendría descripciones turísticas, y caí en una espiral escéptica en la que acabe cuestionando la veracidad de todo lo que sabía de acá. Entonces me pregunté si quizás este libro de historia no era ficción, porque recordé lo que dijo el bufón sobre que la gente seguía la rutina de su vida pasada, y claro, eso explicaba muchas cosas. Maldije este lugar desgraciado, y fui a tomar el mapa cuando una ráfaga de viento desde la montaña se lo llevo por sobre los techos. Daba lo mismo, en realidad ni siquiera lo había querido agarrar. Me gire para devolverme a la casa, y entonces capte un leve hormigueo. Empecé a bajar entusiasmada, no había pensado que, con toda esta gente de moral neutra, cualquier desviación mínima resaltaba más que mi ropa sobre el gris. Llegue agotada hasta una calle en la cual gire, y unas cuadras más adelante, encontré... nuestra casa. Solo había sentido al príncipe. O eso creí. Al abrir la puerta y mirar adentro, encontré al principle, y al caballero inconsciente en medio del salón.


Continuar

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