viernes, 7 de junio de 2019

Gamma — 15 — Cristina

Los banshalenses se giraban a mirarnos abriendo el paso. Adelante de todos iba aquel hombre que nos dio refugio, corriendo como si sus pies no tocaran el suelo. Pisándole los talones iba aquella chica odiosa, hechicera, detrás de ella el bufón con la lanza, y más atrás en el medio estaba yo, intentando fútilmente alcanzarlos. El príncipe venía detrás mío con mi espada, y el caballero, bueno, estaba segura de que en cualquier momento aparecería, pues el pobre príncipe se había decidido a pelear cuando salí de la casa, y ahora aquí estaba con nosotros, corriendo pendiente arriba hacia el centro de la ciudad. Intuí por un breve instante, que aun si salíamos yo y el bufón y la mula juntos de esta, sería solo el comienzo de esta calamidad.
El hombre giro en un callejón cuando la chica lanzo un hechizo, que fallo solo por unos pelos. La chica, el bufón, y yo a duras penas seguimos el mismo camino, y al salir del otro lado la chica corrió unos metros cuesta arriba hasta detenerse. El hombre se le había perdido, pero vio al bufón y a mi acercándosele y lanzo una ráfaga. El bufón salto para evitarlo, pero yo reaccione muy tarde. La ráfaga me dio de frente, y termine cayendo sobre un grupo de personas mientras la chica gritaba maldiciones. El bufón había desaparecido, y del callejón salió el príncipe con mi espada. Corrió a esconderse tras los maceteros de un café, y yo me hice a un lado mientras otra ráfaga corría hacia él y terminaba golpeando a la gente que me atrapo. Me escondí tras unas sillas, y el bufón asomo la cabeza detrás de una puerta abierta.
-¡Señor Príncipe! ¡Tengo su lanza! ¡Cambiemos!
El bufón salió y le tiro la lanza al príncipe, y este apenas con tiempo para prepararse tiro torpemente la espada al medio de la calle. El bufón salto a atraparla y rodo por el suelo, mientras el príncipe esquivo la lanza por una oreja. Los adoquines explotaron. El bufón escapo de alguna forma ileso y se devolvió a buscar refugio mientras la chica le aventaba una mesa. La mesa golpeo la puerta y la cerro tras el bufón. La hechicera jadeaba.
-Eres una puta máquina, ¡¿no es así?! ¡Vamos, muéstrate! -la hechicera movió las manos, y el edificio se estremecieron de golpe, pero la casa y la puerta aguantaron en pie. El príncipe apretaba con fuerza su lanza oculto detrás de las plantas, y el caballero no aparecía por ningún lado. La hechicera movió una vez más las manos, pero luego me vio.- ¡Tu estas con el también, puta!
Trate de correr, pero una fuerza me lanzo por sobre la mesa, y caí sobre las sillas. Antes que sucediera algo más la puerta se abrió de una patada, y salió el bufón con los brazos abiertos.
-¡Pero antes que eso, quiero venderle esta fina funda metálica! ¡Ve, Hadnan!
El bufón le tiro a la hechicera la funda de la espada, y ella con enojo lanzo otra ráfaga. La funda salió volando por los aires, y el bufón no fue capaz de esquivar el golpe, pero el príncipe tomo la oportunidad para atacar. Dio unos pasos para ganar velocidad y le tiro la lanza a la hechicera, y esta apuntándole, respondió con otra ráfaga mas. El príncipe cayó de espaldas, las plantas volaron, y los muebles a mi alrededor saltaron a todos lados, pero la lanza siguió inmutable su trayectoria.
Sin impedimento alguno, la lanza se enterró en la palma de la hechicera.
Los gritos resonaron por la calle, mientras los habitantes observaban silenciosos. Me quité las sillas de encima, y vi al príncipe corriendo hacia la bruja apretando ambas manos. La bruja estaba de rodillas gritando de dolor, y luego se oyó un crujido desde el príncipe, y cuando la bruja alcanzo a verlo y antes que pudiera hacer algo, él le tiro un polvo blanco a la cara. El aire de la calle pareció calentarse por un momento, pero la hechicera empezó a toser y de un momento a otro cayo inconsciente a un lado. El príncipe se apoyó en sus rodillas para recuperar el aliento. La funda de la espada aterrizo a unos metros de el luego de rebotar en un techo.
-Bufón... Idiota... -dijo entre jadeos, y se giró a buscarlo con la vista, pero solo me encontró a mi.- Jueza, venga... Acabe con ella mientras pueda.
-¿Q-Que?
El bufón apareció de entre un carro volteado de frutas, aparentemente entero y con la espada en mano, pero cubierto de jugo y pulpa.
-¡Cielos, príncipe! ¿Sabe cómo se le llama a la fruta de Banshala? -dijo levantándose. El príncipe le hizo una seña, y la expresión del bufón cambio. Me miro limpiándose el jugo de la cara.- Jueza mía, si me da la orden...
Yo me levante entre las sillas, y mire a la chica inconsciente. Una brisa fría bajo por la calle.
-No. Lo prohíbo, -dije quitándome el polvo. El príncipe suspiro como si darle problemas fuera capricho mío.
-Vamos, es pura suerte que no nos haya matado. ¿O es que cree que podrá usarla de rehén luego que despierte?
-Jueza mía, debo admitir que el príncipe por una vez parece estar actuando por el bien.
-No, no lo está. No van a hacerle más daño.
El príncipe bufo.
-Que podría esperar de los jueces. Es por no tener mano dura que el imperio está en decadencia. La matare yo, -dijo el príncipe, y puso un pie en la muñeca de la hechicera. Cerré los ojos al momento que saco la lanza.
-¡Príncipe! -le grite, deteniéndolo.- No le hagas ni un rasguño más. Si la matas, te ejecutare a ti.
-Estás loca. Esta niña casi te mata y ahora no quieres hacer justicia.
-¿Que sabes tú de justicia? -dije acercándome cojeando.- Estas ciego, incapaz de ver más allá de las apariencias, de saber porque terminamos aquí. No tienes idea de cómo es esta chica, ni de como luce su aura... Ella es buena. Tiene el aura más pura que he visto.
-¿Y qué hay de la mujer que mato allá afuera?
-Claramente ella no lo era. Aléjate.
El príncipe retrocedió un paso mientras me acercaba. A pesar de haber aguantado bien los golpes en la casa, me había golpeado la pierna con una de las patas metálicas de la mesa. El bufón se acercó a ayudarme, pero le dije que estaba bien. El príncipe saco de sus bolsillos una soga, y la tiro a un lado de la chica.
-Hagan lo que quieran, al final no me importa. Solo espero que no los mate con la mirada apenas despierte... No se puede detener a una bruja.
El príncipe se devolvió al café, y a falta de pañuelos, empezó a limpiar la sangre de su lanza con un mantel, dejando de ponernos atención. Me detuve a revisar el brazo del bufón antes de acercarnos más.
-¿Como esta? -le pregunte en voz baja. El tuttifrutti improvisado ocultaba un poco el daño, donde se veía el metal bajo su piel.
-Daño cosmético, nada más. Un cambio de ropa y no se va a notar. ¿Pero sabe? Me preocupa esa chica. No dudo de su juicio, pero el príncipe tiene razón, deberíamos alejarnos mientras podamos. No sé cómo me descubrió apenas me vio.
-Sí, fue extraño... -dije acomodándole la manga para que no se viera nada. - Tenemos unas horas. Movámosla a un lugar menos visible, y tratemos su herida. Ya pensaremos que hacer.
-Esperemos, -dijo el bufón, y se dirigió a buscar la funda de la espada.
Yo me dirigí hacia la chica, pero al momento de pasar frente al callejón por el que vinimos, sentí una presencia. Me giré de inmediato, pero no vi al caballero, ni a nadie más por ningún lado. Solo vi una puerta, en el lado de la montaña.
-Pensándolo bien, -le dije al bufón, accidentalmente llamando la atención del príncipe.- Ehh, hazlo sin mí. Volveré en un momento.
-¿A dónde vas? -pregunto el príncipe.
-Voy a comprar un jugo más abajo. Estoy sedienta, -le dije. El bufón miro confundo el callejón sin entender, y el príncipe levanto una ceja.- Si el caballero aparece, que no se acerque a la chica. Si es necesario... Mátenlo a él.
-Sí, Jueza mía.
-Ja, a ver como lo haces, -rio el príncipe al oír al bufón, refregando con fuerza la punta.- Tu corta mantequilla reboto en su armadura, mientras que la de el corto de un tajo la pared de la cocina. Por accidente, -agrego, y el bufón reviso el filo de la hoja mientras me iba.
-Guau, nunca más te presto la espada...
Los deje atrás y, volviendo a caminar bien, anduve hasta el final de la calle estrecha. Allí, en la roca de la montaña, pasado un camino de tierra tras las casas, había una puerta de madera con una ventanilla. Quizás el hombre de ayer no había girado en esta calle por mera casualidad.
Me asegure de que nadie me estuviera observando y entre rápidamente, cerrando silenciosamente la puerta tras de mí. Un túnel recto que terminaba en una puerta similar por la que entraba algo de luz era el único camino. Tenía olor a humedad y se oían goteras, así que me cubrí la nariz para pasar. Al llegar al otro lado, vi por la ventanilla una especie de plaza rodeada de pasto y árboles que se movían con el viento, pero similar en forma a la del Pilar Cubista.
-Bienvenida al Mausoleo -dijo la voz de un hombre en mi nuca. Grité y salí de inmediato. La puerta reboto en la roca, pero por más que intente no pude ver que hubiera alguien en el túnel. Solo estaba esa presencia, en algún lugar de por acá. Una música grabada sonaba en el ambiente. Acercándome a la plaza, vi al otro lado unas puertas enormes con rocas negras de adorno, una vez más hecha en la montaña.
No sé en qué momento había decidido que sería buena idea venir sola, estas cosas nunca salían bien en las novelas, pero ya estaba aquí, y si iba a cruzar ese túnel otra vez, que por lo menos fuera con algo que justificara el paso. Me acerqué lentamente al pilar y a aquella presencia, y con los arboles fuera de la vista, pude ver a una persona sentada al lado de las puertas, de donde venía la música. Un joven con barba leyendo tranquilamente un periódico, mientras una radio portátil sonaba a su lado. A unos metros tras de él, en el pasto, se hallaba una carpa y un espacio para hacer fuego, con una sarten y una tetera.
"Acabamos de oír 'La Muerte y la Doncella', compuesta por el compositor Artemisianos Pancho Chuper, e interpretada por la Orquesta Sinfónica de Carcosa, en la radio 106.6 FM.
Esta fue la Hora Clásica, con su anfitriona de siempre Cristina Fontaine, y ahora damos paso las noticias del día, para revelar un importante acontecimiento en el desierto que el imperio ha mantenido oculto estos últimos días. Los espero a las 4 para la Hora Moderna, pero por si acaso, les deseo igualmente a todos ustedes una muy buena tarde. Gracias por su atención."
Me acerque hasta que el hombre levanto la vista para verme. Me miro sorprendido sin moverse, y luego miro con los ojos de un lado a otro buscando si había alguien más.
-Eeeh... ¿Si? -dijo doblando el periódico.
Detrás de el había una bolsa con armas, y en las puertas, marcas de golpes. Era inconfundible: él era el Verdugo.

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