—Es el caballero que
buscabas, Cristina. —La jueza suspiró y se acercó a la mesa de la cocina, donde
estaba el casco del caballero.
—Eso lo pude notar. Lo que
no sé es qué hace acá… —Tomó el casco abollado del caballero—. ¿Inconsciente?
—Sí, raíz quebrada molida.
Va a despertar en unas horas. Siempre cargo un poco en mi mochila para estas
situaciones. ¿Dónde está el Bufón?
—Dijo que iba a investigar
al verdugo.
—Hablando de eso, creo que
averigüé dónde está —dije—. Pero, ¿qué hay de mi comida?
—¿Comida? Olvidate de eso,
¿cómo llego él hasta acá?
—Lo traje después de darle
la raíz.
—¿Vos solo? La armadura
pesa más que vos.
—Sí, el tipo es una roca…
pero un príncipe tiene sus métodos.
Tras haberlo desplomado
con mi lanza, había soplado mi polvo en su cara y lo dejé inconsciente. En ese
momento oí una voz familiar y me di vuelta para encontrarme con una bolsa de
cuero completamente llena.
—Tomá, tomá, por el
aceite. Quisiera que fuera más, pero es todo lo que llevo… —había dicho el
gordo gris de antes, respirando agitado—. Ey, ¿y este quién es? Ah, no me
digas. Un testigo, ¿no? Seguro no paraba de hablar de sus observaciones y cómo
no hacen nada. Te entiendo, a mí también me dan ganas de golpearlos. Con sus máscaras
y sus sermones sobre las acciones y las consecuencias. Y, ¿a dónde lo llevás?
¿Necesitás una mano? Tengo el día libre gracias a vos; con este aceite voy a
tener la semana libre. Vamos, yo te ayudo.
Y riendo, me había ayudado
a arrastrar al caballero hasta la casa. Antes de irse, confió en mí y me dejó
saber que el Verdugo se encontraba en el Gran Mausoleo.
—Interesante, lo mismo le
dijeron al Bufón —dijo la Jueza. Puso el casco del caballero de nuevo en la mesa
y se acercó a examinar el cuerpo—. ¿Qué vas a hacer con él? Al principio lo
buscaba por un crimen, pero ahora ya se dejaron ver cosas peores.
Dejé de aceitar a Kadere…
de verdad era buen aceite. Me levanté del sillón.
—Le voy a hacer unas
preguntas. Dependerá de qué responda… el consejo va a entender si tomo algo de
discreción. De todos modos, siento que él está involucrado en esto.
—Espero que no.
En ese momento, alguien
tocó a la puerta.
—Espero que el Bufón
traiga mi comida —dije.
—No lo hará —dijo una
mujer.
La puerta se abrió para
revelar a una rubia con un bastón. Miró hacia el caballero.
—¿Qué hicieron con el
imbécil?
Extendió su brazo hacia mí.
Algo me golpeo en el pecho y salí volando casa adentro. ¿Magia? La mujer entró,
mirando a Cristina examinando el cuerpo.
—¿Qué le hiciste, puta? —De
nuevo, la bruja movió su mano y la Jueza voló contra la pared. Era magia.
Necesitaba mi lanza. Me levante y me dirigí hacia el sillón—. ¡Vos! ¿A dónde
vas? —La mujer estiró su mano y una presión recubrió todo mi cuerpo, como si el
aire se hiciera solido a mi alrededor.
La bruja pateó al
caballero.
—¿Está muerto? ¿Lo mataste,
puta?
—¡Nada más esta drogado! —grité
desde el suelo—. Va a despertar en unas horas.
La jueza se encontraba de
pie, inmóvil, paralizada igual que yo. Solo miraba fijamente a la bruja.
—Drogado, ¿eh? Vamos a
ver. —La bruja se arrodilló frente al caballero y puso sus manos sobre su
pecho. Luego de unos segundos espasmos empezaron a recorrer su cuerpo—. ¡Desperta!
Luego que el caballero
dejó de sacudirse, la bruja tomó su espada y cortó sus ataduras. Con la espada
aun en su mano se volteó hacia mí.
—Bien. Ahora, ¿me van a
decir quién mierda son? —Empezó a presionar la espada sobre mi cuello. Estando
paralizado, no podía hacer nada mientras sentía el filo en mi garganta.
—¿Qué hiciste? —masculló
la Jueza, detrás de la bruja.
—¿Eh? No hice nada… nada
comparado con lo que voy a hacer si el imbécil ese no se termina de parar.
—¿Que hiciste para tener
esa aura, mujer? No es natural. —La bruja se giró y cruzo la habitación hacia
la jueza.
—¿Qué sabés de mí, puta?
¿Qué sabes vos de natural si vivís rodeada de máquinas?
—Jueza mía, no creo que
así se reciba una espada. —El Bufón se encontraba en la puerta —La bruja dejó
caer la espada y levantó su mano, pero el Bufón entró a la casa y preparó su
espada—. No sé muchas cosas, pero sé que nadie amenaza a mi Jueza de esa forma.
—¿Qué mierda? —dijo la
bruja—. ¡Vos! Sos uno de ellos… ¡Maquina! —La bruja salto sobre el Bufón.
—Idiota, ¡usa magia! —le
grite, pero fue muy tarde. Su espada salió volando contra una pared. Él trató
de esquivarla, pero ella le agarró el brazo. Enseguida, ocurrió una explosión que
iluminó el lugar con llamas. El Bufón salió despedido y se estrelló contra el
sillón. La bruja cayó sobre el caballero.
El Bufón se levantó
lentamente, tomándose el brazo arruinado.
—Oh, guau. N-No sabía que
podía hacer eso.
La bruja ya se estaba
poniendo de pie. Durante la explosión había podido moverme por un segundo. Si
solo pudiera moverme lo suficiente para alcanzar mi lanza… ¡Mi lanza!
—Bufón, ¡tomá la lanza! —Pero
él solo me miraba, aturdido—. ¡Hacelo!
Para cuando el Bufón se
puso en marcha, la bruja hizo lo mismo. El bufón agarró la lanza, y bruja lo
tomo del pecho. La maga pareció tensarse para una nueva explosión, pero no
sucedió nada.
—¡Ah! ¡Máquina maldita!
—Pasó a usar su bastón como arma, pero el Bufón lograba cubrirse con mi lanza.
—Oh.
De la puerta se asomaba el
hombre gris, sorprendido.
La bruja se detuvo al
escucharlo, pero este ya se había ido corriendo.
—¡Maldito! —Echando un último
vistazo al Bufón, la bruja empezó a correr tras el hombre gris. Apenas partió
por la puerta pude sentir mi prisión de aire desaparecer. El caballero se
sacudió en el suelo.
—Guau, eso fue interesante
—dijo el Bufón—. ¿Se encuentra bien, Jueza mía? —Pero la Jueza solo miraba
hacia la puerta.
—Bufón, es ella —dijo.
—Oh, ya veo – Y con mi
lanza en su mano salió corriendo tras la mujer.
—¿Que pasa acá, Jueza? —pregunté—.
¿Quién es esa mujer?
—Una criminal. Me metí en
el desierto buscando un crimen, pero ella es una criminal mucho peor. Ahora
entiendo a quién debo cazar.
—¿Y enviaste al Bufón tras
ella?
—Él puede cuidarse solo… Además,
tiene la lanza de un príncipe. Deberías preocuparte por él.
El caballero se encontraba
de pie, empuñando su espada. No se veía contento.
—Y el Bufón con mi lanza…
—susurré.
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